¡Qué poca cordura! Les he dicho a mis hijos: la carne
no es para dejarla fuera del congelador; tampoco debemos quitarle la sal ahora
que se acaba. Es el último gesto de amor de su padre, un esfuerzo final por
darnos algo en estos tiempos difíciles, sin trabajo, sin dinero, intentando
continuar en un lugar donde ya no hay camino. Una pared se levanta y eso
llamado vida, ese sudor obligado, no sabe de muros o de cosas pesadas. Mis
hijos son pequeños durmientes en busca de alimento, y yo acabé con las
historias o los juegos para olvidar sus dolores. No encuentro la manera de
hablarles sobre el amor de su padre, quien debió estar dentro de nosotros si
queríamos comer. A cada uno le tocará seguir su ejemplo, pronto será mi turno,
y la mayor seguirá buscando un hueco en esa pared. Le he dicho todo. Ha
comprendido la necesidad de su participación. Prometió hacerlo cuando llegue el
momento y sea ella la responsable de sus hermanos. Ojalá no pase, ojalá un dios
me escuchara, ojalá… Pero tienen que vivir y alimentar al menor, como su padre
lo hizo, como yo lo haré al terminarnos la carne guardada en el congelador.
Cruda pintura de la realidad económica que expulsa a las personas a buscar algo mejor. Acá los veo llegar y luchar y aceptar condiciones duras de trabajo, e igualmente veo a los hijos que se han superado y a familias de buenas personas que dejan atrás el hambre y la miseria. No todos lo logran, pero la oportunidad está y hay que tener voluntad, nada es gratis.
ResponderEliminarFELIZ 2014 tengas con toda tu familia.
Sí Carlos, siempre se busca la forma de continuar, así sea pensando opciones muy radicales. Abrazos y para ti también un buen 2014.
EliminarMe gusta la crudeza maravilosa con que pintas la vida
ResponderEliminarGracias, pues es una parte de la vida, quizá no sea solo una ficción, quizá sea una realidad que no vamos a ver. Saludos.
EliminarUn texto sin pie ni cabeza
ResponderEliminarComentas mal y escribes peor
jajaja
Bueno Lola; menos mal no tengo tantos seguidores Saludos.
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