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viernes, 28 de agosto de 2015

Mensaje regalado

Pequeños mensajes regalados. Decirlos como salían cuando alguien entraba en la casa y mamá obligaba el saludo. No corregía nada en ellos para ver las caras de mis tíos y primos al soltárselos apenas cruzan la puerta. De niña era fácil hacerlo, venían listos, pensados uno para cada uno. Y en la boca… en la boca formaban un remolino, se mezclaban las letras por culpa de una lengua algo malvada. Al final había una combinación nueva brincando detrás de los dientes. Me gustaba, corría hacia la habitación y la escribía en papeles rojos para que las visitas llevaran mis mensajes regalados en los bolsillos, útiles en cualquier momento, cuando metían las manos en esos escondites de monedas con llaveros y los encontraban antes de cruzar una calle. Tal vez sonrieron al leerlos, claro, pudieron preocuparse por mi salud mental, aunque les gustara el juego. Pero ya no me salen, no puedo recordar. A veces, con mis manos en los bolsillos, siento alivio de haber anticipado este olvido de mensajes y saco este papel de color rojo que me gusta leer.

lunes, 10 de agosto de 2015

Pesquisas sobre los hilos número 3

Las marionetas estaban consternadas. En la última función, las pesquisas sobre los hilos unidos a sus cuerpos corroboraron la hipótesis planteada entre ellas: el titiritero no sabía nada de teatro, y eso que llamaba arte de la improvisación era pura invención de otro titiritero observándolo desde arriba, entre tantos hilos colgantes.