Según cuentan los
hombres nocturnos en busca de un amor casual, y las divinidades esquineras en espera de
unos
billetes
para revivir la
juventud de los mortales, en las calles de la zona sur deambula un ser imposible de definir por género. Aquel,
resumidas las versiones, es
tan hermoso que causa terror
Trabajadoras del lugar lo aseguran: no hay manera de amarle a falta de
imperfecciones en su físico. Reiteran, además, no saber “a ciencia cierta” si
es hombre o mujer. Esa cualidad lo hace más bello, admiten ebrios y niñas
principiantes del sector, y
agregan haberlo visto recorrer un parque no muy lejano y rayar con una tiza las paredes de las
casas de un barrio. Dibuja,
dicen los testigos, tras una mueca nada disimulada, “ecuaciones del Baldor”.
Expertos en ciencias
duras,
luego de realizar un
estudio de las ecuaciones escritas en aquellas paredes, decidieron dar por incoherentes y
falaces las argumentaciones y estructuras propuestas. No duró mucho el debate
sobre la posibilidad de estar ante las proezas de un genio reciente o ante la
burla de algún “atolondrado de la facultad de humanidades”, por lo cual hicieron
llegar a la Secretaría de Salud del Gobierno Municipal una petición donde
pedían la pronta captura de un “enfermo mental peligroso sin ningún aval
académico de genio excéntrico”.
Días antes de que el
Instituto de Sanidad Mental diera lo encontrara e internara en la Clínica
Psiquiátrica, donde permanece aislado y en minucioso tratamiento, intenté
hablarle en una noche de tantas al visitar la zona sureña. Dejaba inscrita una de sus
habituales fórmulas en un andén,
cerca de un grupo de Chulos y Malandrines desembocados en la ternura y los lloriqueos al
observarlo.
Sus rasgos son
fascinantes. En realidad no es posible definirlo entre hombre o mujer. Esa
noche vestía una camisa y un pantalón sin forma. Andaba descalzo y daba la
sensación de olvidar el baño
matutino, aunque olía a sahmpú Denorex.
En sus ecuaciones dibujó un ocho acostado. “Esta es mi última tiza”, me dijo con
una voz de niño perdido
cuando la barrita blanca se le quebró por tanta presión contra el cemento.
El símbolo hecho, luego de investigaciones rigurosas, define la palabra
infinito. Pronto la Clínica Psiquiátrica le realizará un examen físico y mental
completo. Hasta ahora, el único
descubrimiento en el paciente son dos protuberancias cicatrizadas en su
espalda, de las cuales, según deducciones científicas, colgaba algo que al
parecer alguien arrancó.
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