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lunes, 21 de febrero de 2011

Cómo citar una fuente

Un historiador interesado en el origen de las primeras familias que probaron medicamentos químicos sin prescripción, encontró en los papeles de algún personaje ilustre de la ciudad un folio extenso, anónimo y descuidado del siglo XVIII.
El escrito, legible a pesar de dos siglos en el olvido, fue examinado con los mayores avances tecnológicos. Era necesario asegurar su validez y evitar el riesgo de catalogar la investigación como “un simple ejercicio periodístico” dentro de la comunidad científica. Se reconoció, en efecto, la concordancia entre la fecha y la calidad del papel, y que en estos tiempos nadie escribe a mano y con tan minuciosa caligrafía.
El académico, según las versiones de sus familiares y amigos publicadas en la prensa local luego de su desaparición, quizá descubrió una arista oscura en la historiografía regional. Había dejado el trabajo basado en los medicamentos sin prescripción del Centro Pereirano de Historia y dedicó su rigor a descifrar la fuente encontrada. Citamos a uno de los columnistas del diario de mayor tiraje:
"Realizó comparaciones, buscó etimologías, visitó lugares de la ciudad poco probables, habitó lecturas de folletines, transcribió el documento, hizo cuadros explicativos con esa letra de historiador económico o intelectual, hasta notas a pie de página le metió, consultó en sus sueños, retranscribió el documento, retranscribió las notas, recibió amonestaciones, olvidó sus responsabilidades en el hogar y halló la respuesta a una pregunta vital en la ciudad."

La publicación de los resultados, se sostiene en una tesis rechazada de la carrera en bibliotecología de la UTP, sería la causa de un cambio en "las instituciones", en las filosofías, en las religiones, en la arquitectura, en la historia: Acaso nos había descifrado, y debió escribir un estudio con el fin de sacarlo de sí antes de quemarlo. Pero cuando lo iba dejar arder, cierta sensación llamada ética profesional lo frenó. Resolvió una salida franca con este mundo. Fue a una litografía sin mucha clientela y pagó por empastar su investigación. Indicó que sobre el lomo y la carátula, en letras doradas muy legibles, escribieran un título, no sabemos cuál, y buscó, para el ahora libro, un lugar donde nunca estaría una persona. Lo llevó a la Biblioteca Municipal."

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