Para mi hermana
En
un calendario de pared, sobre el cuadro del 11 de marzo, anota: CUMPLEAÑOS
MARA. Es un recordatorio escrito con letra minuciosa, como para no olvidar que
Mara cumple años el 11 de marzo.
Un
día antes de la fecha sale en busca del regalo. Reconoce su poco atino cuando
se trata de encontrar obsequios para festividades. Sin embargo se atreve, y
entra en un almacén de libretas artesanales de “pieza exclusivas”, según le
dice una vendedora mientras observa el mostrador de diseños. Adquiere un
ejemplar con ilustraciones de muñecos de plastilina portando máscaras de
guerreros jaguar. En la primera página escribe la nota dedicatoria, resalta la
fecha, 11 de marzo. Guarda el presente en una bolsita violeta. Según lo dicho
en algún congreso de publicidad, al cual no supo cómo paró, ese es un color
nada trivial.
El
día de la celebración llama a Mara por teléfono. Una mujer contesta y le señala
un error en la marcación: “acá no vive nadie con ese nombre”. Supone que copió
mal el número. Resuelve caerle de sorpresa a la homenajeada, ver cómo crea el
ambiente de fiesta en la casa mientras él inaugura la ronda de cervezas.
En
el bus ruta 38 (la 11 no pasó) revisa el empaque de la libreta. Espera no tener
una saliente de cinta adhesiva que lo ponga en dificultades por su torpeza al
decorar regalos. Son ciertas fallas en manualidades escolares cuando niño la
razón para ser descrito como “poco práctico”. Pero nada, piensa en Andrea Echeverri,
en su voz sobre las no apariencias, y confía. Su desempeño con la envoltura
violeta no debilitará el éxito del presente; ese “¡Ay! Gracias, como lo supo”
buscado al final del juego del entregar ansioso y el recibimiento espontáneo.
Baja
del autobús al reconocer a lo lejos la casa de Mara. Se acerca, toca la puerta.
Una mujer abre. Al verla supone varios hijos y un esposo. “Qué quiere”, le dice
“¿Está Mara?”, pregunta (esconde el regalo al llevar las manos a su espalda.) “Acá
no vive nadie con ese nombre”, le responde la mujer y cierra la puerta.
Se
siente perdido. Busca una cabina telefónica y marca. Le repiten: “acá no vive
nadie con ese nombre”. Vuelve a tocar en la casa invadida. La mujer suspira al
verlo. “¿Dónde está Mara?”, “Aquí no vive”, “¿Creen que soy bobo? Dígale que la
pare pues”, “No hay ninguna Mara”, “Cómo no. Aquí vive y hoy es 11 de marzo,
hoy cumple años Mara”, “¡Ay! Dios mío. Hoy es 12 y no hay cumpleaños. Deje la
joda y no llame más. Ya me di cuenta, usted también ha estado en esas.”
Se
siente muy perdido. En la cabina marca otro número. Sara contesta. “Es muy
temprano, qué pasó”, “Hoy cumple años Mara”, “¿Quién es, una novia?”, “Cómo así
mamá. Esas preguntas suyas. Usted sabe quién es, ¿Mara se pasó de casa?”, “Ve,
mirá a éste, respeto pues, a mí no me levante la voz, y no, no sé quién es la
tal Mara”, “Perdón, estoy cansado de la bromita. Pásemela por favor”, “A quién”,
“¡A Mara, carajo!”, “Que no sé quién es Mara”, “Cómo no mamá. Usted está peor
que la señora”, “Cuál señora. Mijo ¿usted está bien? Mejor vaya a descansar…”.
Le cuelga a Sara. Toma el bus retorno ruta 38, reniega por la falta de
circulación de la ruta 11. Se sienta en los últimos lugares. Le incomoda la
narración del partido de fútbol sintonizado en la radio. Le incomoda que el
comentarista nombre a cada uno de los diez jugadores titulares por equipo, le
incomoda escucharlo decir: “doce de marzo, un día soleado. Hoy es el clásico
para definir al líder del torneo”.
Llega
a su apartamento y llama de nuevo a Mara. Deja que la mujer le dedique unas
palabrotas. Cuelga. Imagina un secuestro y lavado de cerebro. Busca el teléfono
de la policía en el directorio. Antes de marcar detalla el calendario, le gusta
estar seguro de sus palabras. El once, la casilla del once de Marzo donde
decía, con letra minuciosa, CUMPLEAÑOS MARA, desapareció. Venía la 10 y después
la 12, sin la 11 intermedia. Quizá se cayó y está pegada a una pata del
comedor; pero al no encontrarla descuelga el calendario y revisa cada hoja y
reconoce lo inevitable: ningún mes tiene el 11. “Ayer vi la de marzo”, piensa
al intentar poner su orden en otro orden. “Una fecha no deja de existir, no se
encuentra bajo una mesa. Y si pasa ¿cómo es posible tanto engaño histórico del
colegio y la universidad?”. Prende el computador, quiere tranquilizarse. Indaga
efemérides en Wikipedia:
Si
no hay once, no hay Mara. No hubo atentado en Madrid ni pudo escuchar a
Piazzolla. The Daily Courant no pasó de ser una idea en borradores y Bachelet
no fue la primera mujer en llegar al poder en Chile. Las Farc no liberó a Clara
Rojas y Consuelo Gonzales y nadie cantó los vallenatos de Emiliano Zuleta.
Descartes pudo morir en otro lugar. Chávez no tuvo un golpe de estado. Nadie
pintó lo que Dalí pintó. Las torres gemelas saldrían en más películas gringas
pero en ningún lado sonó la salsa de Oscar de León. Los mexicanos no podrían
aplaudir las chilenas de Hugo Sánchez, Chad seguiría siendo tierra inglesa y
algunos aún pensarían en un posible Coming Out Day. Crimen y Castigo no se sumó
a los clásicos de la literatura universal y a los exámenes de colegio. No hubo
Aura, no hubo Unicef, no hubo Gardel, ni Osho, ni mundial de fútbol en
Sudáfrica.
Nada
más qué hacer aparte de buscar el regalo, destaparlo, leer la dedicatoria con
doce de marzo y dejar el calendario en su lugar. En la noche ve el noticiero,
no llama a la policía, duerme sin problemas. Al siguiente día, mientras se
organiza para ir al trabajo, un impulso de pedir cita con un tío psiquiatra lo
pone en duda. Mira entonces el calendario, con ganas de no llevar cuentas de
nada ni festejar ocasiones relevantes. Ahí está la casilla del 11 de marzo, su
letra minuciosa. Está antes del 12, fecha de ese día desde el cual él mira un
calendario con recriminación por un aniversario perdido, el “CUMPLEAÑOS MARA”.
No imagina cuál excusa inventar al haber olvidado tan importante evento en la
familia.
Simplemente excelente. Necesita muy poca podadora. ¡Qué día para celebrar!
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