Infalible.
No había otra manera de calificar al corrector de estilo del diario. Fue
literal, llevó a los límites el objetivo de eliminar cualquier vestigio
ortográfico que corrompiera la depuración del lenguaje y atrajera el ánimo crítico
entre lectores. Trabajo lleno de orgullo cuando al recibir el ejemplar un
entrometido lingüista, triste dejaba sus lentes y bolígrafos rojos al no
encontrar irregularidades ante una página intachable en blanco.
wohooo! tienes un blogg! chevere!!!
ResponderEliminarSaludos mi Tavoooo!
Ándale editora. Pues ahí lo tenés a la orden. Je.
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