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jueves, 9 de mayo de 2013

Calle Francisco I. Madero


Imagine la calle Francisco I. Madero. Piense en media hora de caminata recta sobre el nombre de un revolucionario mexicano. Suponga un atardecer sabatino lleno de protestas, restaurantes, cantinas, discotecas, museos, joyerías, músicos y estatuas humanas. Puede estar tranquilo, no hay que analizar tanta simbología de semáforo y la falta de espacio en andenes es un ayer con tachones de lápiz.
Viaja desde el Zócalo y quiere alcanzar el faro que indica el final de la calle Madero. La Torre Latinoamericana se levanta con afán sobre Ciudad de México. Al observarla recobra sus tiempos de rascacielo inalcanzable en la década de los cincuenta . Caminar es la sentencia, el amuleto de suerte para encontrar abierto el corredor-arteria. Usted se deleita, siente el sabor de una fruta o el inicio de un bolero cuando el divagar lo lleva a las fugas del turismo trivial, los escenarios de antesala: tapete semejante a una lengua saliendo de la boca-babel hiperurbana, extendida en una bienvenida pop. Jack Sparrow debate con Batman y Ironman, los Na´vi ostentan su esplendor azul y acento chilango, el luchador aceitado es invadido por extranjeras y oriundas urgidas de fotos y testificación de su abdomen, el Gato en el Sombrero rasta ni con gotas disimula su irritación ocular, el Capitán América saborea unos tacos de canasta, las calaveras predicen el mal augurio, el guerrero azteca parece una escultura dorada, el Master Chief de los Spartan lidera a los depredadores y aliens, el judío reclama memoria por el Holocausto, la Catrina modela su elegancia lúgubre.
Escucha la voz de un tenor animando la calle desde el balcón de una tienda musical, cerca del Museo con apellido Monsiváis. Los sonidos de una banda de Jazz sorprenden desde un callejón saliente, pegado a un edificio colonial que debió ser el hogar de un conquistador español y ahora es un restaurante de cualquier empresario mexicano. Alguien improvisa la coreografía de Thriller, y un acordeón-mariachi acompaña el pregón lejano de evangélicos maratónicos en su oda a dios o el discurso de ateos empotrados en su odio contra El Vaticano.
Escucha, con acierto de banda sonora en su recorrido, la melodía del organillo, la caja musical decimonónica a la cual un hombre le da cuerda mientras resulta ‘La llorona’ o ‘el Jarabe Tapatío’. Quiere entonces tocar los muros firmes de edificaciones viejas con sus baldosas de azulejo en la fachada. Ve revolotear a las personas en la calle, perdidas entre prodigios, buscan restaurantes o bares o alguna iglesia antigua para fotografiar. Un guía turístico relata historias a un grupo de jóvenes y señores altos y blancos, los centros joyeros prometen diamantes para compromisos de matrimonio, las ventanas de las edificaciones son objetos y pensamientos ocultos y en un antejardín hay una exposición de esculturas amorfas, de Día de muertos o de honra a Fuentes, Monsiváis y Chavela Vargas, con imágenes justas en escala de gris y frases memorables.

Ya está al lado de la Torre Latinoamericana. Recuerda la sugerencia de alguien sobre el mirador en su piso 45. Usted sube, se atreve a contemplar la panorámica. Observa el Palacio de Bellas Artes y el caos del Eje Central Lázaro Cárdenas, esa avenida de gran urbe donde se amotinan personas en semáforos, taxis vinotinto y buses ecológicos. Luego admira el deambular de la Calle Madero. La caminata fue larga, y el hambre son las enchiladas de un restaurante cercano. Piensa en tomar una cerveza al atravesar un callejón que lo lleva al Café Tacuba, tal vez la suerte de nombres revolucionarios lo encause hacia la cantina donde Francisco Villa podría haber brindado por su Ejército del Norte. Eso lo imagina desde la Torre, cuando la noche decanta sobre las personas en busca de las mezcalerías aledañas mientras entonan alguna canción.

10 comentarios:

  1. me gustan tus letras se enlazan tan bien con tus pensamientos........

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    1. Gracias, espero que en realidad sí estén bien enlazadas porque si no es así, tengo un problema mental.
      Saludos

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  2. Muy lindo todo lo que compartes, Un placer haber estado por aqui, Gracias!

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    1. Muchas gracias por venir. Me estaré dando una vuelta por tu sitio. Gracias.

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  3. Qué gran recorrido al Centro Histórico, uno de los lugares con más enorme carga de energía en el planeta, casi me como unas enchiladas de mole del Café Tacuba.
    Ciertamente que te puedes perder ahí por días y nunca terminar de ver un reflejo de todo lo que existe y una colección de personajes infinita.
    Deberían darte el puesto de cronista de la ciudad.

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Uy Carlos, eso de ser el Cronista de la Ciudad son palabras mayores. Ya lo es Monsiváis. Yo apenas soy mitad mexicano, eso me dicen, aunque ya creo que tengo algo más. Me gusta contar el D.F. porque simplemente es genial y rico en lugares. Así que digamos que sólo seré un cronista más admirado por esta urbe.

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  4. Ya sabes el destello azulado que provocó tu relato-crónica-viaje-sortilegio.

    Un abrazo.

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    1. Luis, eso es un honor pues viene de usted. NO creo que le tenga qué decir otra cosa.
      UN abrazo maestro.

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  5. Insisto pues Monsivais ya se fué al más allá.¿Quién es completamente mexicano? No te midas corto.

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