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martes, 25 de junio de 2013

Crónica para fantasmas


Existen los fantasmas por la quema de registradurías. El cuento del espíritu que no razona su estado incorpóreo es una molestia para tener más licencia en este mundo, para recordar un nudo en la garganta o un ardor en el pecho mientras se yerra igual a una bolsa de plástico a merced del viento.
Imagine al país con un porcentaje considerable de entes en activa levitación después de abandonar sus cuerpos. Podría encontrar uno que otro frente al ventanal o sentado en el inodoro de su casa. Ellos continuarían sus labores diarias, y recorrerían iglesias de barrio o centros de billar pensando en sus hogares. Tanta pena inconclusa plantea el desborde poblacional de muchos individuos traslúcidos, y tanto deambular sería un rasgo compartido. No hay otra patraña semejante. La cualidad fantasmal es pragmática.
Mi hipótesis, que negarán sacerdotes y clarividentes, son las registradurías quemadas. Yo sí soy un fantasma. Tengo una ciudadanía, tengo una fecha y un lugar de origen, tengo un crédito financiero y participo en las elecciones presidenciales. Lo sé. Alguien con un perfil de papeleo no debería acreditarse ser un fantasma, pero nací un 31 de diciembre y en las fotos grupales de la familia me ubico en los costados, detrás del primo más alto y con el mismo corte de cabello desde la pubertad. Eso propone algunas dudas.
La firma y el Permiso de identidad validan la suposición. Firmo como escribo mis nombres y apellidos. Lo admito, fallé en el trazo de garabatos elegantes, tomé el camino corto de la caligrafía y las personas miran mis letras como si se fueran a caer. Entre mis conocidos, los del último día del año ostentan una referencia de tinta acorde a esa estética espectral. Luego está el Permiso. Somos minoría quienes lo poseemos. El documento autoriza la existencia en un territorio aunque no haya actas de nacimiento, las cuales aún se redactan. Hemos remitido cartas de inconformidad por la demora en la materialización de los trámites, pero las dependencias gubernamentales las anulan cuando advierten errores en las rúbricas de sus respaldantes.
¿Cómo hallé a los verdaderos fantasmas?, bueno, en redes sociales es fácil saber cronologías y certidumbres. En los retratos, por ejemplo, parecemos convocar una nube gris sobre la cabeza. En reuniones o fiestas nos dicen “Usted es igualito a un amigo”. Hemos inaugurado un concurso donde decidimos quién tiene el aspecto de un fabricante de cajas, y para celebrar un gol de la Selección Colombia recurrimos a un estrechón de manos mientras murmuramos, solo murmuramos, “gol”.
Alguien, en un foro virtual de bienvenida a la comunidad, dijo que al visitar su ciudad le revelaron la noticia del incendio en el depósito de la registraduría civil. Ya recibió el Permiso, y gracias a sus vales hipotecarios recuerda el diseño de su firma. Ningún miembro tomó en serio el comentario. Ninguno, a pesar de las coincidencias, hizo eco de las inquietudes. Los cursos de grafología y la vindicación de cumpleaños decembrinos sostienen nuestro activismo social.
Decidí entonces viajar al pueblo donde pasé la infancia. En la hemeroteca municipal corroboré la sospecha: la registraduría se había incendiado poco después de mi certificación notarial, y aquellos habitantes del 31 de diciembre fundaron un club de deportes de mesa y  “errantería barrial” llamado ‘La bolsa de plástico’. Los visité, nos impusimos fotografiar el encuentro. Mi gente es monosílaba, ejercita una dicción con nulo interés en las vocales y ha obtenido un espacio en la radio local. Su extensa programación musical de Kenny G podría entrar en el libro Guinness, se dice en el pueblo.
Aquí esperaré el acta de nacimiento. Es un hogar y nadie olvida mi pastel y sus velitas. Además, ya soy miembro del club. Pero ahora la situación ha adquirido un matiz de leyenda urbana: algunos de los míos dicen que desaparecemos por desconocer el arte de imprimir la huella dactilar en documentos burocráticos. Sin embargo, aún elegimos alcaldes y presidentes, a pesar de no ir a las temporadas de votación. Es fácil nuestro garabato.

7 comentarios:

  1. gracias por la magia de tus palabras cuando creáa

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  2. Asombroso leer como politizaste el relato con el final.
    De enorme creatividad éste relato cargado de teorías conspiratorias acerca de éstos seres del ectoplasma.
    Dicen que hay seres que se aferran al mundo cuando su existencia física ha finalizado.
    La gran pregunta es si pemanecen como espectadores meramente, o pueden de alguna forma participar en los hechos que se desnvuelven al paso de la historia.
    Aunque sea como pensamientos, como captación de palabras, en formas sutiles que no podemos negar ni afirmar.

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    1. Pues si no participan en los hechos, Carlos. Los hacen participar a la fuerza. A eso iba más o menos con el relato.
      Saludos.

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  3. Tienes una imaginación muy fértil, y la usas muy bien... Este texto sugerente nos va llevando hacia nuestras propias elucubraciones.
    Abrazos

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    1. Gracias Susana, ojalá no se me vaya a atrofiar la imaginación. Tengo una entrevista pendiente sobre los relatos tuyos.
      Saludos.

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