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viernes, 28 de agosto de 2015

Mensaje regalado

Pequeños mensajes regalados. Decirlos como salían cuando alguien entraba en la casa y mamá obligaba el saludo. No corregía nada en ellos para ver las caras de mis tíos y primos al soltárselos apenas cruzan la puerta. De niña era fácil hacerlo, venían listos, pensados uno para cada uno. Y en la boca… en la boca formaban un remolino, se mezclaban las letras por culpa de una lengua algo malvada. Al final había una combinación nueva brincando detrás de los dientes. Me gustaba, corría hacia la habitación y la escribía en papeles rojos para que las visitas llevaran mis mensajes regalados en los bolsillos, útiles en cualquier momento, cuando metían las manos en esos escondites de monedas con llaveros y los encontraban antes de cruzar una calle. Tal vez sonrieron al leerlos, claro, pudieron preocuparse por mi salud mental, aunque les gustara el juego. Pero ya no me salen, no puedo recordar. A veces, con mis manos en los bolsillos, siento alivio de haber anticipado este olvido de mensajes y saco este papel de color rojo que me gusta leer.

4 comentarios:

  1. Por aquí voy llegando, apreciado Eskimal, a reencontrarme con sus inquietantes visiones de lo que bien podría ser un círculo alternativo del infierno.
    Esas palabras que se hacen remolinos en la boca y solo pueden ser exorcizadas a través del papel me devuelven la certeza de los siempre truncos intentos de la escritura.

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    1. Hola Gustavo. Sí, hay algo que la escritura tiene como fin, algo que quiere comunicar, pero su belleza está en que no lo logra por completo. Nos deja con cierta incertidumbre.
      Abrazos.

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  2. me llenas de sonrisas la cara cuando te leo
    Abrazos

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    1. Me alegra Mucha que encuentres algo bueno para tu día, por lo menos, en estas historias. Abrazos.

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