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lunes, 30 de noviembre de 2015

Carta para viajar

Me llegó una carta anónima. Los viejos estaban contentos por tan gran honor. Los colegas no dejaban de aplaudir mi intachable labor. Incluso los de la competencia tuvieron un gesto de respeto conmigo. La verdad, lo de recibir la carta no era una buena motivación, hasta sentí el retorno de la gastritis cuando mi señora me la pasó con esas ansias de leerla rápido. Y no mentiré, al hacerlo me subió un frío ártico por la columna, pero la familia celebraba una meta más, y hubo una fiesta el fin de semana. Los primos lejanos y las tías perdidas dejaron de lado cualquier excusa y arribaron a otra reunión entre los nuestros, La vieja, de tanto orgullo, mandó a enmarcar la carta con la intención de mostrársela a sus amigas, y con los vecinos y compañeros armamos tremenda rumba antes de tomar la decisión de irme, pues en realidad ese era el mensaje, un viaje otorgado a los destacados en mi oficio.
Fue difícil creerlo. Las felicitaciones llegan con un guiño de ojo. Tenía miedo, nada de negarlo. Aunque ver a mi gente confiada en mi desempeño, fue el impulso para seguir la investigación. Ya sabré luego si el viaje será necesario.
Ahora les leo la carta, es corta:

Periodista, lo tenemos fichado, no siga metiendo sus narices en lo que no debe o sino se va de viaje”.

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