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sábado, 30 de septiembre de 2017

Qué es el silencio en un día de septiembre



Cierra la mano en lo alto cuando alguien más lo hace. El puño es la hoguera vista a lo lejos que otro imita para hacer llegar la señal. Es la negación al cuerpo encorvado y los pasos hacia atrás. Allí están los escombros. Una cinta amarilla los retiene como si fueran animales salvajes. Pueden despertar, pueden caer de nuevo si la tierra estornuda y decide no preocuparse por nada. Y bajo sus cuerpos de hierro y concreto una palabra de auxilio busca salir entre las aberturas. Cierre la mano y combata el silencio. Hace silencio para rasgarlo y percibir un respiro, un tic tac toc seco contra una pared partida, un zapateo extinto, un soplo evaporado. Afuera, detrás de la cinta, escuche, olvide que es usted, que no sabía cómo ayudar y se paró al lado de otro desconocido y pasó agua y pan y leche. Olvide qué era antes, ya no piense en lo oscuro de la noche. Allí, su puño en lo alto porque debe hacerlo notar, nadie dijo “álzalo”, nadie dijo “debes venir y ponerte un cubrebocas y llenarte de polvo y sudor”. Lo sabe, llega anónimo y se va anónimo, sin conocer nombres. Espera aplaudir y estrechar manos cuando entre el silencio hallen la existencia de un ruido y el puño se abra, aunque todavía no es tiempo de volver a casa.

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