La librería estaba frente al Coliseo
menor, sobre la
Carrera cuarta. Se reconocía por su fachada amarilla y la motocicleta de “Servicio
a domicilio” estacionada a un costado de la entrada.
La librería se inauguró en 1974, cuando
un joven Gustavo Orrego buscó un espacio en Pereira donde sus contemporáneos
encontraran lecturas sobre un “momento universal”. En las calles de la ciudad
se escuchaba la palabra revolución, y las bibliotecas personales de ladrillo y
madera se llenaban con las obras de Marx, Engels, Lenin, Mao Zedong y Jorge
Salamea.
El nuevo libro era la novedad en los tiempos de auge de las librerías “pioneras”: La Nogal, en la cuadra del Palacio
Municipal, la Rego, cerca de la
Catedral, y la Quimbaya, visitada en
algún momento por Gonzalo Arango y Germán Arciniegas.
35 años después, en 2009, la
palabra novedad se transformó en un “aquí estamos”. Esa era la frase de un
Gustavo canoso, que sólo vestía de blanco, cuando caminaba entre las paredes y
mesas de libros, La guía eran las flechas colgadas en el techo. Pasaban de la
psicología a la literatura, y las ediciones de lujo del Canto general, Hojas de hierba y
El Quijote debieron compartir lugar con las económicas de filosofía, las
cartillas para colorear, los textos de colegio y los títulos esotéricos y
religiosos.
Pero el “aquí estamos” dejó de
repetirse, y frente al Coliseo mayor,
sobre la carrera cuarta, la novedad de Gustavo de los años setenta dio lugar a
otra: Librería nueva época. Por lo
menos eso dice el cartel de la entrada al leerlo en este presente.
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