Roberto espera la llegada de la otra manifestación.
Lleva un megáfono para amplificar una canción que sale de su celular y no se
escucha bien. Los policías municipales de Tijuana hablan por sus radios. Dicen
que “un joven de los a favor” está en medio de la vía. Algo les preocupa, algo
le comentan a Roberto, quien observa que poco a poco, desde la glorieta del
Monumento a Cuauhtémoc, las personas reunidas se acercan por la Avenida Paseo
de los Héroes. Vienen con banderas, sombreros de charro, mensajes escritos en
mantas y cartulinas: “Puro Tijuana Cabrones”, “Inmigrantes sí, ilegales no”,
“Respeto tus derechos humanos. Respeta
la soberanía de mi país”.
Roberto también lleva un mensaje.
“De dónde eres”, le pregunta un reportero, “De Nayarit.
Vivo en Tijuana”, “¿Qué dice tu cartel?”, “No a la xenofobia, no a la
aporofobia, sí a la fraternidad, sí a la solidaridad”.
Es domingo 18 de noviembre. Una cuadra que dura dos
minutos recorrerla a pie separa a los más de 300 manifestantes a favor del
control y deportación, y aquellos veinte con letreros de bienvenida. Los dos
grupos se convocaron por Facebook. Surgieron luego de la reunión de algunos
residentes de Playas de Tijuana en el faro, cuatro días antes, para defender la
“patria”. Al lugar había llegado alrededor de 800 integrantes de la caravana
migrante centroamericana, y fueron señalados como “invasores” por quienes
cantaban el himno nacional mexicano. Les exigieron volver a sus países.
Pero la caravana,
dice Roberto, son hondureños, salvadoreños y guatemaltecos que buscan trabajo,
bienestar para sus familias, dejar la violencia de sus ciudades. Son casi 6 mil
caminantes que entraron a México en octubre y permanencen en Tijuana. La mayoría duerme y
come y espera en un centro deportivo de la zona norte adecuado como albergue, a
una cuadra del muro fronterizo que anhelan ver desde “el otro lado”.
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ResponderEliminarโซจู
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