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sábado, 10 de noviembre de 2018

Visitas del 2 de noviembre en la casa de la curandera



- Desde los siete años hago curaciones. -dice Virginia Peralta mientras soba la espalda de un hombre que de algo se queja. Sobre una mesa hay un recipiente con un líquido azul en el cual ella sumerge sus manos. También hay velas y un jarrón con la flor de cempoalxochitl.
Es un domingo 31 de octubre de 2010. Estamos en Huatusco, un municipio cafetero perteneciente a la región de Altas Montañas de Veracruz. En el cuarto de la casa donde hace la curación, Virginia construyó la ofrenda del día de muertos. A nuestro alrededor hay 20 imágenes de santos, y la mujer de 64 años los nombra como si estuviera coleccionando láminas de un álbum. Nombra al Señor del Rayo, al Niño ciego y al Niño de los pescados.
- Mis padres decían que anteriormente siempre vienen los difuntos, –dice antes de pasar una rama de chamizo por la nuca de su cliente -y por eso armamos una ofrenda grande, porque hasta yo los vi una vez visitarnos en el día de todos los santos.
Para llegar a la ofrenda el 2 de noviembre, los “difuntos” de Virginia y su esposo Juan Aguilar, de setenta años y exteniente judicial federal, deberán recorrer el camino hecho con pétalos de cempoalxochitl. Inicia en la entrada de la casa, cruza la sala, el pasillo que conduce a la cocina y las habitaciones, cruza el patio y termina en la puerta cerrada del último cuarto. Serán estas visitas quienes la abran y se queden a comer, beber y fumar.
- Es una tradición de más de cuatro generaciones –afirma la curandera luego de despedir al hombre que agradece “la chamba” y mientras prende el incienso.

En la ofrenda hay pan de muerto, tortillas, tamales de mole y piña, arroz, fríjol, chocolate, juguetes, naranjas, mezcal. Hay fotografías familiares, como la de Filiberto, el hijo de Virginia y Juan, asesinado en 1997. Junto a la imagen le han dejado un paquete de cigarrillos Marlboro y una cerveza Modelo Especial.

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