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martes, 19 de noviembre de 2013

Ofrenda


Observe las flores, el camino del muerto, las calacas de azúcar y el pulque junto al tabaco. Cuelgue el papel picado alrededor del altar y busque la fotografía del difunto. Ponga las frutas, los recuerdos que pueda encontrar: algún disco de Agustín Lara y un torito veracruzano para sufrir la música.

Visite el panteón y coman juntos. Quizá usted salude con una broma y pregunte sobre la salud. Quizá respondan encogiendo los hombros y agradezcan tener la tumba en calma, sin pegatina de familiares, sin los desvaríos de quienes escriben sus nombres y deseos antes de partir. Pueden cantar, ahuyentar la solemnidad, conversar sobre días luego del trabajo o viajes para conocer el mar. 

Lleve el chocolate, el pan de muerto, compártanlo con otros hombres y mujeres bajo sus epitafios, cada uno junto a sus cruces y murmullos comunes. Alguien tomará su palabra y será tamal de mole, café de olla, mezcal sin etiqueta. Alguien estará con los suyos y será olor a cempoalxochitl y tierra mojada, fiesta a la pelona, una línea en el árbol de la vida tallado por un artesano de Michoacán.










3 comentarios:

  1. Indudablemente que México tiene los mejores rituales de muerte y leyendo tu reseña quedo provocado a comer tamales de Oaxaca imaginariamete, ya que en la ciudad que estoy de California no he localizado al proveedor.
    Excelente crónica.

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    1. Gracias Carlos. Es fascinante como ven a la muerte en México, con algo de fiesta y respeto. No miedo. Busca los tamales de Oaxaca, son de lo mejor, los de mole, geniales.

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