Mi
abuela no desprendió la mirada de la lucecita roja.
=Son
botones y brillos diciendo qué hacer -dijo para tragarse el disgusto por un
paso más de la tecnología.
–Es
la cámara –resalté, tratando de restarle interés al tema.
–¡Ah!, el aparatejo.
El “aparatejo” lo traía conmigo
pensando hacer un video con la abuela. Una idea tipo documental para la
familia, donde registraría el inicio de árbol genealógico. Sería la memoria de
esa mujer con algo de Homero y juglar vallenato recorriendo el mundo. Así que
en una de las muchas visitas anteriores le propuse filmarla y ella supuso un
augurio: “Por
qué tenerme en una pantalla si aún puedo despertar”. Pero el día que no
desprendió la mirada de la lucecita roja calló sus maldiciones y dejó correr su
voz de mañanas junto al café, se acomodó en el sillón y me observó.
–Está
bien, Luis –dijo–. No lo apagues.
La
abuela volvió al buque que alguna vez admiró en Buenaventura. Yo apreté REC.
Conmovedor estimado Eskimal. Traes de regreso la nostalgia de nuestros muertos. Las abuelas. Quien tuviera una todavía.
ResponderEliminarCarlos, ha de ser muy agradable el haber conocido a los abuelos, disfrutarlos cuando pasaban por este mundo. No me tocó a mi.
EliminarAbrazos.
me encantó tu texto
ResponderEliminarlleno de melancolia
Gracias Mucha. Espero que te gusten los próximos.
EliminarGracias Mucha. Espero que te gusten los próximos.
Eliminarme encantó tu texto
ResponderEliminarlleno de melancolia