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martes, 16 de agosto de 2011

¿Dónde está la canica?

El juego de encontrar la canica en uno de los tres vasos tomó cierta popularidad en la ciudad. Madres y padres cabezas de hogar entraron en crisis económica al apostar; creían que era un golpe de suerte y no les parecía raro la falta de un ganador hasta el momento. Pero en una de tantas mañanas, en la cual pululaban los interesados en el esparcimiento nulo en probabilidades generosas, apareció el primer y último victorioso. Fue, quizá, quien arriesgó la suma de dinero más grande para encontrar la canica tan extraviada a todos. Incluso el propietario del juego exhibió una leve irritación en las mejillas al ver tanto billete de alta denominación sobre la mesa. Tuvo unos minutos de duda antes de emprender los movimientos en zig-zag con los vasos y hablar más rápido y más duro de lo normal. Al parar no alcanzó a preguntar ¿En dónde está la canica?, pues el nuevo apostador señaló sin titubear el vaso contrario al señalado por el resto de personas y, en efecto, ahí estaba.

Hubo un aplauso corto y espaldarazos de felicitación. Aunque el ganador partió refunfuñando y sin recibir el pago. Al día siguiente apareció con una orden de clausura del juego. Sostenía haber sido timado según las normas estipuladas en el régimen jurídico de la suerte y el azar.

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