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lunes, 22 de septiembre de 2025

Configurar un modo de ser en red sujeto a lo global: experiencias con los colectivos de transmisión de datos

La formulación de la globalización como vía de progreso desde finales del siglo XX

      
Composición de una vinculación de México a la presencia de la globalización

            
Las telecomunicaciones en lo tecnopolítico, ensambles de cables a finales del siglo XX                               
Ante la presencia global de la conmutación de paquetes, experiencias de enlaces en México


La presencia de las computadoras en la década de los ochenta

          
Discursos sobre el futuro y la dependencia tecnológica en Baja California y Tijuana en los ochenta


Expansión de colectivos para la transmisión de datos en Baja California y Tijuana a finales del siglo XX


Computadoras personales, presencias en Baja California y Tijuana


El anuncio del futuro en el surgimiento del modo de ser en red de internet        

Modos de ser de las redes en las disputas por el valor del dato y la información entre los sesenta y noventa

 Conectar desde la cibernética, otras composiciones de modos de ser de una red

       
La composición de la conmutación de paquetes en los modos de ser de una red


Estándares, protocolos y enrutadores en los modos en red de conmutación de paquetes


Expansión del modo en red de paquetes y TCP/IP en los ochenta

domingo, 21 de septiembre de 2025

Constituir un modo global de la información: vínculos entre lo humano y las tecnologías digitales de transmisión de datos

La función expansiva de la tecnología en la sociedad antropocéntrica del siglo XX

           
La función expansiva de la tecnología en México y en la condición de frontera


Simultaneidad y redes en la relación humano/computadora          

              
El surgimiento de la información como valor que media la relación con la tecnología 

      
Presencias de la práctica telefónica en Baja California en los sesenta y setenta

Componer lo digital para un enfoque universal de transmisión de datos

La configuración de un ensamble de redes a través de la electricidad        
 

Integración de la práctica telefónica a la configuración del ensamble de redes            
 

Experiencia humano-tecnología a través de lo digital para datos e información            
 

El ensamble tecnológico para una automatización y computación    

Tiempos de las presencias tecnopolíticas: el Capitaloceno y la perspectiva posthumana

Antropoceno, preocupación sobre el desarrollo y progreso            
 

Capitaloceno, preocupación sobre el modo de posicionar el Antropoceno    
 

Desarrollo y progreso en la reflexión sobre las relaciones tejidas en lo humano
 

Un esquema en red para un modo de ser de los datos y la información en lo digital
 

La agencia de las cosas en la relación humano-tecnología                        
 

Lo tecnológico condicionado en las tecnopolíticas globales y antropocéntricas            
 

Modos de ordenar la tecnología con perspectiva histórica

sábado, 7 de agosto de 2021

El Jaime y su mural


Dioselina Tibaná consiguió una franja de opinión en la televisión pública de Colombia. La contrataron en ¡Quac, el noticiero! para comentar las recetas del poder desde la cocina de la Casa de Nariño. Dioselina Tibaná, asesinada el 13 de agosto de 1999 en una calle del barrio Quinta Paredes de la ciudad de Bogotá, fue cocinera y consejera presidencial.

Dioselina informó sobre las habladurías de esa casa alejada de todo conflicto. Llegó a ser tan popular que en 2016 la dibujaron en una pared de la Avenida Calle 26. Dioselina se hizo mural luego de las pintas del colectivo MAL Crew. En esa serie de bloques puestos uno sobre otro, uno al lado de otro, abrió sus manos tridimensionales y dijo “La paz a fuego lento”. Lo dijo detrás de un alambre de púas, rodeada de un prado de la sabana, después de un NO en un plebiscito cuyo objetivo era una palabra ausente en el país.

Pero Dioselina también fue Godofredo Cínico Caspa, abogado de la ultraderecha, Néstor Elí, vigilante del edificio Colombia, Heriberto de la Calle, lustrabotas de trajeados urgidos de votantes y poder, y Jaime Garzón, humorista amenazado de muerte.

Antes de Dioselina, el MAL pintó a Jaime el humorista en la misma pared. Primero fue grisáceo, luego tuvo color y mazorcas alrededor. “Hasta aquí las sonrisas, país de mierda”, mentó, y dijo “mierda” porque el 13 de agosto de 1999 fue eso. Aunque ahora ya no están ni Jaime ni Diocelina en la Calle 26. Sus imágenes se transformaron en Heriberto el lustrabotas. Ahora es él quien saluda al caminante, ciclista y usuario apretujado del Transmilenio. La risa, los lentes y las mazorcas de Jaime, las manos y la cocina de Dioselina son los ojos y la boca arqueada de Heriberto. Eso me han dicho, yo no lo he visto. La última vez que caminé esa avenida de Bogotá fue en 2017 y todavía estaba Dioselina. La encontré sin saberla en la pared, pero la reconocí, y cuando una colombiana o colombiano la reconoce, susurra las dos primeras estrofas de ‘Canela’, aquella salsa cantada por Jaime en un programa de entrevistas. Entonces algo se siente muy lejano todavía.

viernes, 30 de octubre de 2020

Para nunca olvidar


Imagine una voz que surge de la oscuridad. Le dice, le ordena, caminar por la carretera y subir a una camioneta. La voz proviene de un lugar iluminado por una lámpara baja, y lo único visible es la boca de un fusil. Usted no sabe dónde está el miedo, no comprende por qué debe subir a la camioneta, junto a sus compañeros. Intenta descifrar alguna palabra, pronunciar un nombre, encontrar su hogar en la lejanía. Pero ha leído noticias poco alentadoras y se pregunta qué lo llevó a esa situación, si alguien lo buscará luego y pegará su fotografía en las paredes de la ciudad.

Imagine, trate de imaginar, a una madre y un padre en una estación policiaca, frente a un funcionario público. Preguntan por un hijo o una hija a las dos de la mañana. Les llegó el rumor, y luego la certidumbre, de disparos en la carretera, de jóvenes detenidos y trasladados en una camioneta sin número de placa. El funcionario no los mira mientras se estira en su silla, y les dice que en ocho horas llega el delegado, lo pueden esperar, si quieren.

Imagine, dos o tres años después: una madre y un padre marchan por las calles de la ciudad, junto a otras madres y otros padres. Sus camisetas tienen estampados los rostros de los jóvenes que salieron una noche y no regresaron a casa. Alzan y sostienen carteles con nombres y edades y frases de espera y nunca olvido. Cuántas fotografías habrán pegado en las paredes, cuántas estaciones policiacas habrán visitado, solo para observar cómo alguien detrás de un vidrio y con una placa levanta los hombros y dice: “Algo habrá hecho”.