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sábado, 7 de agosto de 2021

El Jaime y su mural


Dioselina Tibaná consiguió una franja de opinión en la televisión pública de Colombia. La contrataron en ¡Quac, el noticiero! para comentar las recetas del poder desde la cocina de la Casa de Nariño. Dioselina Tibaná, asesinada el 13 de agosto de 1999 en una calle del barrio Quinta Paredes de la ciudad de Bogotá, fue cocinera y consejera presidencial.

Dioselina informó sobre las habladurías de esa casa alejada de todo conflicto. Llegó a ser tan popular que en 2016 la dibujaron en una pared de la Avenida Calle 26. Dioselina se hizo mural luego de las pintas del colectivo MAL Crew. En esa serie de bloques puestos uno sobre otro, uno al lado de otro, abrió sus manos tridimensionales y dijo “La paz a fuego lento”. Lo dijo detrás de un alambre de púas, rodeada de un prado de la sabana, después de un NO en un plebiscito cuyo objetivo era una palabra ausente en el país.

Pero Dioselina también fue Godofredo Cínico Caspa, abogado de la ultraderecha, Néstor Elí, vigilante del edificio Colombia, Heriberto de la Calle, lustrabotas de trajeados urgidos de votantes y poder, y Jaime Garzón, humorista amenazado de muerte.

Antes de Dioselina, el MAL pintó a Jaime el humorista en la misma pared. Primero fue grisáceo, luego tuvo color y mazorcas alrededor. “Hasta aquí las sonrisas, país de mierda”, mentó, y dijo “mierda” porque el 13 de agosto de 1999 fue eso. Aunque ahora ya no están ni Jaime ni Diocelina en la Calle 26. Sus imágenes se transformaron en Heriberto el lustrabotas. Ahora es él quien saluda al caminante, ciclista y usuario apretujado del Transmilenio. La risa, los lentes y las mazorcas de Jaime, las manos y la cocina de Dioselina son los ojos y la boca arqueada de Heriberto. Eso me han dicho, yo no lo he visto. La última vez que caminé esa avenida de Bogotá fue en 2017 y todavía estaba Dioselina. La encontré sin saberla en la pared, pero la reconocí, y cuando una colombiana o colombiano la reconoce, susurra las dos primeras estrofas de ‘Canela’, aquella salsa cantada por Jaime en un programa de entrevistas. Entonces algo se siente muy lejano todavía.

viernes, 30 de octubre de 2020

Para nunca olvidar


Imagine una voz que surge de la oscuridad. Le dice, le ordena, caminar por la carretera y subir a una camioneta. La voz proviene de un lugar iluminado por una lámpara baja, y lo único visible es la boca de un fusil. Usted no sabe dónde está el miedo, no comprende por qué debe subir a la camioneta, junto a sus compañeros. Intenta descifrar alguna palabra, pronunciar un nombre, encontrar su hogar en la lejanía. Pero ha leído noticias poco alentadoras y se pregunta qué lo llevó a esa situación, si alguien lo buscará luego y pegará su fotografía en las paredes de la ciudad.

Imagine, trate de imaginar, a una madre y un padre en una estación policiaca, frente a un funcionario público. Preguntan por un hijo o una hija a las dos de la mañana. Les llegó el rumor, y luego la certidumbre, de disparos en la carretera, de jóvenes detenidos y trasladados en una camioneta sin número de placa. El funcionario no los mira mientras se estira en su silla, y les dice que en ocho horas llega el delegado, lo pueden esperar, si quieren.

Imagine, dos o tres años después: una madre y un padre marchan por las calles de la ciudad, junto a otras madres y otros padres. Sus camisetas tienen estampados los rostros de los jóvenes que salieron una noche y no regresaron a casa. Alzan y sostienen carteles con nombres y edades y frases de espera y nunca olvido. Cuántas fotografías habrán pegado en las paredes, cuántas estaciones policiacas habrán visitado, solo para observar cómo alguien detrás de un vidrio y con una placa levanta los hombros y dice: “Algo habrá hecho”.

















lunes, 13 de julio de 2020

Habitantes de la niebla



Habitantes de la niebla Atotonilco es una localidad del municipio de Calcahualco. Está a 2200 metros sobre el nivel del mar, en la región montañosa de Veracruz. Sus casas se levantaron a un lado del río Jamapa, y sus caminos inclinados conducen a un bosque de pinos. En las mañanas recibe las corrientes de aire frío provenientes del volcán Citlaltépetl, también conocido como Pico de Orizaba.

En diciembre de 2010 visité Atotonilco. Acompañé una comitiva de la asociación ‘Vecinos y amigos del medio ambiente y patrimonio cultural’ cuyo trabajo en sustentabilidad se enfoca en las cuencas del Metlac y Jamapa. Mi interés en el viaje era periodístico. Trabajaba como reportero en El Mundo de Córdoba y me habían encargado realizar una crónica acerca del proyecto ecológico iniciado entre las personas de la localidad, los llamados habitantes de la niebla.

La venta de carbón, madera de pino y el turismo son los sustentos económicos en Atotonilco. Un campesino, Luis Jerónimo Bayona, me habló de la reforestación continua de pinos impulsada por ciertos investigadores en 1995, porque el cauce del Jamapa había disminuido. Un subagente municipal, Marcos Contreras, me habló de la “convicción de mantener limpios los lugares ambientales”, y aseguró que al recorrer los caminos encontraría cestos de basura en los costados.

Los habitantes de la niebla construyeron cabañas hoteleras, abrieron un balneario de aguas termales y trazaron senderos ecológicos. Ese diciembre, junto a la comitiva de ‘Vecinos y amigos’, se reunieron en un puente de madera que cruza el Jamapa y cantaron villancicos y agradecieron la existencia del río. También se reunieron en un campo abierto y charlaron sobre el cuidado comunitario de la naturaleza. Hubo muchos aplausos y vivas. Pero antes de culminar las participaciones, una anciana tomó el micrófono y dijo sentirse triste por el poco respeto hacia la madre tierra, hacia el agua, hacia las montañas. Sus últimas palabras fueron el silencio que todos habíamos omitido: “el mundo se está muriendo”.








martes, 9 de junio de 2020

El acordeón y Celso Piña



Celso Piña interpretó en Tijuana la ‘Cumbia sampuesana’. El sábado ocho de octubre de 2016, el hombre del Cerro de la Campana de Monterrey lanzó el tema final de su repertorio. Aquella música repetía el intento de José Joaquín Bettín Martínez por imitar con su acordeón el titilar de las luciérnagas que observó una noche de 1952, en un pueblo colombiano llamado Sampués.

Ese día de octubre de 2016, casi 42 mil personas bailaron hasta los silencios del mayor de los hermanos Piña. En la explanada del Centro Cultural Tijuana, su agrupación Ronda Bogotá abrió con la guacharaca ‘La cumbia sobre el río’ y ‘La cumbia campanera’. Aunque la guacharaca también dio entrada a los violines de la Orquesta de Baja California, y las melodías y ritmos saltaron de los instrumentos como si las cosas necesarias para vivir solo se nombraran por medio de la cumbia.

Celso Piña es el rebelde del acordeón. Su música tiene origen en las canciones de los Corraleros de Majagual de la década de los setenta. Celso Piña escuchó los sonidos del Caribe colombiano a través de Alfredo Gutiérrez (el monstruo del acordeón), Aníbal Velázquez (el bárbaro del acordeón) y Andrés Landero (el rey del acordeón). Su primer disco lo grabó en 1982 bajo el sello Peerless, y el más sonado en los centros cumbieros de México lo lanzó en 2001, es el ‘Barrio bravo’. En el festival Entijuanarte, ese día de octubre de 2016, cantó hasta las mañanitas. Dijo que Gabriel García Márquez alguna vez le pidió interpretar ‘Macondo’, del peruano Daniel Camino Diez, en todo lugar al que llegara, “donde quieras que te pares.” Y Celso Piña iba a pararse de nuevo en Tijuana en septiembre de este año. Traería su acordeón y la Ronda Bogotá para que los cumbieros cantaran y bailaran la canción de los Buendía. Pero el joven regiomontano de 66 años nos dejó hace tres meses, cuando aún planeaba viajar a cada rincón del mundo para llevar su arte poética, la ‘Cumbia poder’.

martes, 29 de octubre de 2019

Diario en Panorámica: Calle del embudo (2016)




En la Calle del embudo del barrio La candelaria de Bogotá, una bandada de aves cruza el cielo. Es el vuelo de tucanes, papagayos y flamencos dibujado en la pared de una casa, una migración cuyo destino puede ser la plazuela del Chorro de Quevedo.
¿Por qué el Chorro de Quevedo? En las escalinatas de la explanada se toma chicha bajo el árbol que supera la altura de las casas y es un gran tejado verde. En la tienda casi esquinera una señora solo recibe vecinos o vecinas, así vivan a 5 metros o 3000 kilómetros. “Veci, una Póker”, “Veci, dos mil de salchichón”, “Veci, ¿usted no es de por acá?”
Como es Chorro, los veci comen el salchichón y beben la Póker recostados en la pila de agua de la plazuela. Algún cronista insistirá en el siglo XVI y la fundación de Bogotá. La arquitectura de los cafés y restaurantes alrededor sería la evidencia para detener el pasado. Pero la capilla fotografiada por los turistas tras haber encontrado un mito fundacional en América del sur, fue construida en 1969.
No faltan los teatreros y cuenteros, nadie niega el porro que pasa de mano en mano, alguien compra cigarros en uno de tantos carritos de dulces. Sobre el marco de ventanales y umbrales que son la entrada al Chorro de Quevedo, la figura del malabarista intenta terminar su recorrido en un monociclo. En los costados quedan las calles, la opción de volver a la ciudad de agentes de tránsito y policías bachilleres. En una, llamada Calle del embudo, las aves surcan la pared. Si las observa en su camino de no saber a dónde ir, sabrá que está cerca.

lunes, 8 de julio de 2019

Peregrinación guadalupana




La capilla se construyó en la cima del cerro. La fachada es amarilla y hay cultivos de café y campos de pastoreo a su alrededor. Sus puertas se abren cada 12 de diciembre, en el día de la guadalupana.
El cerro está junto a la carretera que conecta a Huatusco con otros municipios de la región montañosa de Veracruz. Un sendero lo atraviesa y es recorrido por personas en cuyas casas puede haber una representación de la “protectora de México”, ya sea un cuadro colgado en la sala principal, ya sea una figura sobre la mesa de noche.
En 2010, los creyentes de la Virgen de Guadalupe celebraron 479 años de su aparición, y con la peregrinación principia la jornada. El objetivo: llegar al templo donde pueden agradecerle mientras observan una imagen suya en un lienzo, como fondo de un altar. Quienes no viajan en caravana al cerro de Tepeyac en la Basílica de Guadalupe de Ciudad de México, donde se registra la primera aparición mariana, buscan otras alternativas de festejo. Para los huatusqueños implica caminar por lo menos hora y media hasta llegar a la capilla de fachada amarilla.
Desde el día anterior iniciaron las peregrinaciones en el municipio, y varias personas durmieron en la cima del cerro. Fueron los primeros en recibir las bendiciones por parte del sacerdote que ofrece misas en una explanada. El hombre de sotana lanza agua sobre quienes fruncen el ceño a causa de la luz del sol y levantan pequeñas, medianas y grandísimas figuras de la virgen que es morena.
Hay creyentes descalzos, otros cumplen la travesía arrodillados. Algunos niños y niñas visten sombreros y ropa blanca y realizan el recorrido en los hombros de sus padres. Las familias descansan en los campos de pastoreo. Pasan la cerca, buscan un árbol, sacan de sus morrales recipientes llenos de arroz, guisados, tortillas.
Pero en una calle de Huatusco, al mediodía del 12 de diciembre, un hombre que no subió el cerro es apuñalado dos veces, luego le disparan, una bala atraviesa su pecho.

martes, 16 de abril de 2019

Aprendiz totonaca


Los mercados de Papantla huelen a vainilla, y entre sus corredores hay niños que dicen “Quiero ser volador”. Yo escuché la frase cuando me encontré a uno de esos aprendices papantecos y conversamos en marzo de 2011. Estoy seguro, no hablaba de aviones o cursos de parapente.
Viajé a este pueblo del norte veracruzano para conocer la Cumbre Tajín, el festival anual y mediático de todo aquello denominado totonaca. Quería acampar cerca del parque Takilhsukut y la zona arqueológica totonaca, saber sobre personas totonacas, detallar pirámides totonacas, probar comida totonaca, bailar totonaca y vestir totonaca.
En la plaza principal de Papantla observé un mural esculpido sobre una pared de 84 metros de largo por cuatro metros de ancho. Su autor es el escultor Teodoro Cano, y su principal figura, Quetzalcoatl. Desde 1979, la serpiente emplumada cruza de esquina a esquina ese camino de piedra donde hay una pirámide, un dios del trueno, otro de la agricultura, una carita sonriente, un sacrificio del juego de pelota, danzantes y voladores.
Los totonacos habitaron la llamada Mesoamérica, según los cortes históricos del mundo occidental. Su principal asentamiento urbano fue Tajín, un lugar que ahora está a 20 minutos en auto desde Papantla y es anhelos de arqueólogo y época vacacional. Allí los aprendices papantecos aparecen en los videos y selfies de hombres y mujeres que quieren tocarlos y los aplauden. Les hablan, incluso, con signos de admiración desde que en 2009 la ceremonia ritual de los voladores de Papantla es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad tras veredicto de la Unesco. Eso dice la placa grabada en el mural del cual Quetzalcoatl quiere salir, en Papantla, y los voladores son llamados para que realicen más vuelos, se tomen muchas más fotografías y reciban más aplausos y estrechones de manos que duran un día, un discurso, una nota periodística.