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domingo, 18 de octubre de 2015

Cuadernillo para dibujar árboles

Pamen dibuja árboles. Aquellos que pierden hojas en las batallas contra el viento llenan su cuadernillo. Ella observa caer esas barquitas verdes como si se hundieran en el mar, y no vaticina un final de pisotones y sonidos crujientes cuando amantes o asesinos deambulan en los parques.
Son los troncos altos, de ramificaciones enredadas e incipientes varitas en despunte las apariencias preferidas. Ents desnudos en sus trazos de carboncillo. Los pinta en la tarde, pues parecen encorvarse y recoger las hojas postradas alrededor, amontonadas día tras día. Pamen admira esos intentos por tomar algunas y pegarlas a las ramas, aunque le entristece saberlos lastimados al agacharse. Es una aflicción solitaria, una abertura en la madera, la lejanía de cigarras amantes de pinos robustos, la ausencia de nidos en las copas.

Es la razón para no abandonarlos. Con los retratos intenta hallarles un espacio digno en los paisajes y la filmografía mexicana. Quiere aplaudir sus cuerpos esbeltos, resueltos a dejar de lado la opulencia floral y soleada. Adempas, cabe la posibilidad de que algún renombrado cineasta de terror descubra, a través del azar, no hay otra manera, el cuadernillo de árboles dibujados por Pamen, y decida, mientras lo hojea y asiente, honrarlos con varias tomas de su reciente proyecto, hechas en el parque donde habitan. Lo invadirá de zombies o mutantes consolados al encontrar un lugar donde dormir.