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lunes, 21 de noviembre de 2016

Teoría de la fila

¿Esta es una fila, caballero? ¡Oiga!, si le comentara los errores cometidos por olvidar la duda. Los ojos engañan, y podríamos estar ante un error. No es fatalismo inquirir, quitar el velo del rostro de tanto ente citadino. Usted y yo lo haremos ahora, ponga atención:
Las personas se ordenan una tras otra hasta dar la impresión de esperar algo, es un efecto de la ley general de la paciencia y los menesteres burocráticos. Cuando observamos esa rutina en una estación de bus o una dependencia bancaria, ejercitamos la suma de unidades y contamos cabezas; aunque, ¿por qué no pies o brazos? Para nada incomoda la pregunta. Un par de extremidades hacen parte de un cuerpo, lo debe reconocer, y el resultado tendrá un valor real con el movimiento de nuestros dedos índices al señalar a cada integrante de una fila y dibujar entre sus frentes los nacientes arcos imaginarios. Son los saltos de gran cresta, así lo he nombrado, se llama conceptualizar, atrapar la realidad en unas pocas palabras con la intención de reclamar encomillados y bibliografía en libros académicos.
Tómese su tiempo, piense mi argumento, nada de rechiflas y alegatos por la demora. Abrirán pronto la puerta, debemos creerlo. Si no, cuál es la razón de yo verle su espalda y usted ver la de la persona en frente suyo. Es imposible el engaño. La fila se hizo dentro de la espera. Vea la división internacional de los ritos baristas. Hay una fila para pedir cerveza, hay otra para el orinal. Las dos son paciencia y menesteres burocráticos. Pero ahora yo soy el último y usted, el penúltimo. Somos el final, no el principio ¿Y cuándo integramos el final, cuándo? En esta teoría puedo citarme: “..al haber menos de diez cabezas detrás de quien cuenta, o menos de veinte manos si corresponden con la simetría de extremidades de cada cuerpo”. Dirá usted que es insano. No lo veo así. De diez en diez argumentamos los beneficios.
Ser miope, o tener queratocono y lentes con una muestra geométrica de los rayones, ayudará a reconocer el punto de inicio del final. Caballero, no me mire así. Es pura lógica visual. Ver nítida la puerta significa ser parte del principio. Lo contrario resuelve el problema: no estoy en el principio porque veo borroso y hay una cantidad considerable de personas delante mío que poco a poco se acercan al número uno. Perderé la silueta de sus espaldas después del diez, nada para alarmarse, así sabremos el inicio de la sección de la fila cuya identidad nos define.
Sabe, son problemas relacionados con el tiempo. No se ponga metafísico, exigirán. Craso error. Si yo me hubiera levantado temprano no estaría en el final. Y aun con ese remordimiento, tanto el último y el primero esperan lo mismo y siguen de pie en orden similar. Bueno, el primero será el primero en entrar por la puerta y será el primero en salir. Yo, usted, el siguiente compañero, también entraremos y saldremos, demoraremos en llegar, aunque ya está asegurada la cruzada de la puerta. Entonces me cito: “el tiempo gastado es el mismo”. Reflexione conmigo: el primero se levantó temprano; nosotros, no creo. Él, o el segundo, o el tercero, los veo borrosos, llevan una cantidad de horas en espera antes de nosotros preguntar la razón de la fila y hacerla. Eso permite igualarlos en cuestión temporal. Y adentro los minutos se cuentan como afuera, ¡lo dejo grabado en piedra y escupo para arriba y no me cae en la cara! No le veamos cuatro patas al gato, podemos contar de par en par y dividirlo por cabeza, nos dará el número ¡Caray! y si pensamos en una hilera, cómo podemos definirla. Imagine no más, para crear hileras debemos llevar mochilas de campamento o lentes playeros, pagar un café o aguardar el turno en los juegos mecánicos. ¡Oiga!, y si es una cola y no una fila ¿cuando la puerta se abra nos darán un número de llamado? Ojalá sea de una cifra.