En la estación Hidalgo escribí una
respuesta. La escribí porque debía contestar, acercarme a esa pared algo sucia, sacar mi lápiz labial y ensayar un “Yo puedo leerte. Att: Pamen.” debajo
de aquellas palabras hechas con tiza verde. Ni modo, bajé del metro y era
ineludible hacerlo, darle una oportunidad al mensaje, decirle que había otro
garabateado a su lado,
con igual letra chueca, seguido de miradas atentas alrededor.
He vuelto a pasar, aún están
escritos. Es magnifica la falta de ética de las aseadoras del metro. Aunque
mañana lo borrarán, supongo, desaparecerán
los
movimientos nerviosos,
los
colores, las
líneas cortadas en lo
áspero de la superficie. Por lo menos lo agradeció. La tiza con la cual escribió, que sostuvo
entre sus dedos índice y pulgar, la dejó orillada a la pared, bajo los
mensajes, estoy segura. Es mi regalo, mi recuerdo de un día de diálogo. Nadie más lo ve, yo
lo sé
al leer
su respuesta a mi
respuesta. La ha dejado para conocernos, para sonreírle a una mujer que pasó a
mi lado y tapó
su boca con una mano
al verme,
antes de entrar al metro. En
el dedo índice
y pulgar tenía una mancha
de
algún polvo verde.
Gran micro romántico. Faltó el efecto de mostrar algo que causara ésta atracción a contestar. Ciertamente una frase a pensar.
ResponderEliminarEs tu cuento. Te corresponde hacerlo. No lo abandones a la pereza. Corona tu esfuerzo.
Le felicito por su blog. Me parece realmente interesante el contenido. Espero poder pasarme por aquí mas veces.
ResponderEliminarUn saludo. :)
Eliacim: Agradezco que te hayas pasado por acá. Espero, además, que sea continua tu visita.
ResponderEliminarComo siempre, una delicia íntima, pequeña, absoluta, impecable.
ResponderEliminarGracias Luis, vamos a ver qué sale de ahora en adelante. Un abrazo y por allá nos vemos.
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