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jueves, 24 de marzo de 2011

Jornada de trabajo


En la ciudad construyeron un edificio de La Corporación. En el edificio hay cubículos para los funcionarios y oficinas para la junta directiva y el presidente. Estos últimos mantienen en congresos y eventos de los que retornan a sus labores por pocos minutos. Nada más se sabe de ellos.
Cada funcionario tiene un escritorio, un computador y 120 papeles en su cubículo. En cada papel hay 1.200 caracteres que debe evaluar y registrar. El procedimiento lo realiza en ocho horas al día, pero tiene derecho a un descanso de treinta minutos que aprovecha con la intención de adelantar tareas. Al terminar la jornada toma la ruta de bus destinada a su zona de residencia, según directrices de La Corporación. Llegando a casa la persona sonríe, ya no es funcionario, y el tiempo puede irse en alguna distracción. Entonces prende el computador, saca 120 papeles con 1200 caracteres cada uno y evalúa y registra hasta el otro día cuando, aburrido, vuelve al trabajo.

viernes, 11 de marzo de 2011

Un día soleado

Un intermedio en los cuentos cortos. Motivo, el cumpleaños de mi hermana. Espero no sea largo. Aquí va:


Para mi hermana

En un calendario de pared, sobre el cuadro del 11 de marzo, anota: CUMPLEAÑOS MARA. Es un recordatorio escrito con letra minuciosa, como para no olvidar que Mara cumple años el 11 de marzo.
Un día antes de la fecha sale en busca del regalo. Reconoce su poco atino cuando se trata de encontrar obsequios para festividades. Sin embargo se atreve, y entra en un almacén de libretas artesanales de “pieza exclusivas”, según le dice una vendedora mientras observa el mostrador de diseños. Adquiere un ejemplar con ilustraciones de muñecos de plastilina portando máscaras de guerreros jaguar. En la primera página escribe la nota dedicatoria, resalta la fecha, 11 de marzo. Guarda el presente en una bolsita violeta. Según lo dicho en algún congreso de publicidad, al cual no supo cómo paró, ese es un color nada trivial.
El día de la celebración llama a Mara por teléfono. Una mujer contesta y le señala un error en la marcación: “acá no vive nadie con ese nombre”. Supone que copió mal el número. Resuelve caerle de sorpresa a la homenajeada, ver cómo crea el ambiente de fiesta en la casa mientras él inaugura la ronda de cervezas.
En el bus ruta 38 (la 11 no pasó) revisa el empaque de la libreta. Espera no tener una saliente de cinta adhesiva que lo ponga en dificultades por su torpeza al decorar regalos. Son ciertas fallas en manualidades escolares cuando niño la razón para ser descrito como “poco práctico”. Pero nada, piensa en Andrea Echeverri, en su voz sobre las no apariencias, y confía. Su desempeño con la envoltura violeta no debilitará el éxito del presente; ese “¡Ay! Gracias, como lo supo” buscado al final del juego del entregar ansioso y el recibimiento espontáneo.
Baja del autobús al reconocer a lo lejos la casa de Mara. Se acerca, toca la puerta. Una mujer abre. Al verla supone varios hijos y un esposo. “Qué quiere”, le dice “¿Está Mara?”, pregunta (esconde el regalo al llevar las manos a su espalda.) “Acá no vive nadie con ese nombre”, le responde la mujer y cierra la puerta.
Se siente perdido. Busca una cabina telefónica y marca. Le repiten: “acá no vive nadie con ese nombre”. Vuelve a tocar en la casa invadida. La mujer suspira al verlo. “¿Dónde está Mara?”, “Aquí no vive”, “¿Creen que soy bobo? Dígale que la pare pues”, “No hay ninguna Mara”, “Cómo no. Aquí vive y hoy es 11 de marzo, hoy cumple años Mara”, “¡Ay! Dios mío. Hoy es 12 y no hay cumpleaños. Deje la joda y no llame más. Ya me di cuenta, usted también ha estado en esas.”
Se siente muy perdido. En la cabina marca otro número. Sara contesta. “Es muy temprano, qué pasó”, “Hoy cumple años Mara”, “¿Quién es, una novia?”, “Cómo así mamá. Esas preguntas suyas. Usted sabe quién es, ¿Mara se pasó de casa?”, “Ve, mirá a éste, respeto pues, a mí no me levante la voz, y no, no sé quién es la tal Mara”, “Perdón, estoy cansado de la bromita. Pásemela por favor”, “A quién”, “¡A Mara, carajo!”, “Que no sé quién es Mara”, “Cómo no mamá. Usted está peor que la señora”, “Cuál señora. Mijo ¿usted está bien? Mejor vaya a descansar…”. Le cuelga a Sara. Toma el bus retorno ruta 38, reniega por la falta de circulación de la ruta 11. Se sienta en los últimos lugares. Le incomoda la narración del partido de fútbol sintonizado en la radio. Le incomoda que el comentarista nombre a cada uno de los diez jugadores titulares por equipo, le incomoda escucharlo decir: “doce de marzo, un día soleado. Hoy es el clásico para definir al líder del torneo”.
Llega a su apartamento y llama de nuevo a Mara. Deja que la mujer le dedique unas palabrotas. Cuelga. Imagina un secuestro y lavado de cerebro. Busca el teléfono de la policía en el directorio. Antes de marcar detalla el calendario, le gusta estar seguro de sus palabras. El once, la casilla del once de Marzo donde decía, con letra minuciosa, CUMPLEAÑOS MARA, desapareció. Venía la 10 y después la 12, sin la 11 intermedia. Quizá se cayó y está pegada a una pata del comedor; pero al no encontrarla descuelga el calendario y revisa cada hoja y reconoce lo inevitable: ningún mes tiene el 11. “Ayer vi la de marzo”, piensa al intentar poner su orden en otro orden. “Una fecha no deja de existir, no se encuentra bajo una mesa. Y si pasa ¿cómo es posible tanto engaño histórico del colegio y la universidad?”. Prende el computador, quiere tranquilizarse. Indaga efemérides en Wikipedia:
Si no hay once, no hay Mara. No hubo atentado en Madrid ni pudo escuchar a Piazzolla. The Daily Courant no pasó de ser una idea en borradores y Bachelet no fue la primera mujer en llegar al poder en Chile. Las Farc no liberó a Clara Rojas y Consuelo Gonzales y nadie cantó los vallenatos de Emiliano Zuleta. Descartes pudo morir en otro lugar. Chávez no tuvo un golpe de estado. Nadie pintó lo que Dalí pintó. Las torres gemelas saldrían en más películas gringas pero en ningún lado sonó la salsa de Oscar de León. Los mexicanos no podrían aplaudir las chilenas de Hugo Sánchez, Chad seguiría siendo tierra inglesa y algunos aún pensarían en un posible Coming Out Day. Crimen y Castigo no se sumó a los clásicos de la literatura universal y a los exámenes de colegio. No hubo Aura, no hubo Unicef, no hubo Gardel, ni Osho, ni mundial de fútbol en Sudáfrica.

Nada más qué hacer aparte de buscar el regalo, destaparlo, leer la dedicatoria con doce de marzo y dejar el calendario en su lugar. En la noche ve el noticiero, no llama a la policía, duerme sin problemas. Al siguiente día, mientras se organiza para ir al trabajo, un impulso de pedir cita con un tío psiquiatra lo pone en duda. Mira entonces el calendario, con ganas de no llevar cuentas de nada ni festejar ocasiones relevantes. Ahí está la casilla del 11 de marzo, su letra minuciosa. Está antes del 12, fecha de ese día desde el cual él mira un calendario con recriminación por un aniversario perdido, el “CUMPLEAÑOS MARA”. No imagina cuál excusa inventar al haber olvidado tan importante evento en la familia.

miércoles, 2 de marzo de 2011

La casa blanca

Yo soy el único espectador de esta calle; si dejara de verla se moriría
Jorge Luis Borges
Caminata, Fervor de Buenos Aires

Para llegar a la casa blanca se cruza el puente de metal saliente de la Plaza Victoria. Usted la puede observar sobre una esquina carente de lógica urbana en Pereira. Según los niños, en su interior hay destinos subterráneos y puertas secretas. Los adultos dicen “Una bonita arquitectura. Acá arreglaban sombrillas”, y olvidan sus días infantiles. Lo cierto es que la ruta trazada en la ciudad por los constructores no ha podido tocarla, y la casa parece la persistencia de otro tiempo. Aunque las manchas que invaden las rejas y cubren las paredes, malogrando el jardincito y las escalinatas, hacen pensar en un posible final y ahí viene el progreso en línea recta con un edificio inteligente o la inauguración por parte del alcalde de una nueva estación del Sistema de Transporte Masivo.

martes, 1 de marzo de 2011

Leyenda Urbana

Según cuentan los hombres nocturnos en busca de un amor casual, y las divinidades esquineras en espera de unos billetes para revivir la juventud de los mortales, en las calles de la zona sur deambula un ser imposible de definir por género. Aquel, resumidas las versiones, es tan hermoso que causa terror
Trabajadoras del lugar lo aseguran: no hay manera de amarle a falta de imperfecciones en su físico. Reiteran, además, no saber “a ciencia cierta” si es hombre o mujer. Esa cualidad lo hace más bello, admiten ebrios y niñas principiantes del sector, y agregan haberlo visto recorrer un parque no muy lejano y rayar con una tiza las paredes de las casas de un barrio. Dibuja, dicen los testigos, tras una mueca nada disimulada, “ecuaciones del Baldor”.
Expertos en ciencias duras, luego de realizar un estudio de las ecuaciones escritas en aquellas paredes, decidieron dar por incoherentes y falaces las argumentaciones y estructuras propuestas. No duró mucho el debate sobre la posibilidad de estar ante las proezas de un genio reciente o ante la burla de algún “atolondrado de la facultad de humanidades”, por lo cual hicieron llegar a la Secretaría de Salud del Gobierno Municipal una petición donde pedían la pronta captura de un “enfermo mental peligroso sin ningún aval académico de genio excéntrico”.
Días antes de que el Instituto de Sanidad Mental diera lo encontrara e internara en la Clínica Psiquiátrica, donde permanece aislado y en minucioso tratamiento, intenté hablarle en una noche de tantas al visitar la zona sureña. Dejaba inscrita una de sus habituales fórmulas en un andén, cerca de un grupo de Chulos y Malandrines desembocados en la ternura y los lloriqueos al observarlo.
Sus rasgos son fascinantes. En realidad no es posible definirlo entre hombre o mujer. Esa noche vestía una camisa y un pantalón sin forma. Andaba descalzo y daba la sensación de olvidar el baño matutino, aunque olía a sahmpú Denorex. En sus ecuaciones dibujó un ocho acostado. “Esta es mi última tiza”, me dijo con una voz de niño perdido cuando la barrita blanca se le quebró por tanta presión contra el cemento.

El símbolo hecho, luego de investigaciones rigurosas, define la palabra infinito. Pronto la Clínica Psiquiátrica le realizará un examen físico y mental completo. Hasta  ahora, el único descubrimiento en el paciente son dos protuberancias cicatrizadas en su espalda, de las cuales, según deducciones científicas, colgaba algo que al parecer alguien arrancó.