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sábado, 30 de abril de 2016

Mensaje encontrado

Encontré, en uno de los vagones del metro, el siguiente mensaje. Lo posteo. Toda cosa incoherente tiene un lugar en Internet:

Prohibición de la CILE

Ayer, buscando la nueva ubicación de una de las casi extintas bibliotecas móviles de Ciudad de México, presencié nuestro futuro: un anciano-lector fue capturado por agentes de la FUR. Lo tenían doblegado sobre una patrulla. De sus ojos corría un hilillo de sangre y su boca parecía el desbarajuste propio de odontólogos ciegos y sin licencia. Sentí, lo confieso, miedo. Me escondí detrás de un auto particular para no ser arrestado. Tantas veces dije que al ver a un lacayo gubernamental le mostraría cómo la obra completa de Bradbury puede acabar con su cabeza. Era una mentira, no actué; y uno de los míos desapareció. Siento vergüenza.
Cuando se fueron, me acerqué al lugar donde libros, papeles y plumas ardieron dentro de un fuego que rasgó el silencio de la calle. Pegada en la puerta de entrada de la biblioteca había una alerta de clausura de la CILE. ¡Está ocurriendo! No es un juego inventado por rebeldes sin ideal. “Cada generación tiene su lucha”, dijo alguna vez mi padre. Nos han tocado otras alarmas, otros códigos, otras leyes en piedra. Pero me he quedado con ‘El libro de los abrazos’ de Galeano, el único a salvo de la ceniza y el escombro. Nadie lo verá. Ya soy, según los informes televisivos, un “Punitivo”. Esa palabra me cataloga.

Quité la alerta de la puerta. La adjunto a este mensaje escrito. Alguien lo leerá, aunque en el fondo, tal vez, poco importa.

258: México, Distrito Federal, colonia Doctores

Esta unidad familiar será intervenida por la CILE. En su interior se practicó el mal uso de las letras, incumplimiento  de la Norma 35 sobre la propiedad intelectual de los 35 signos del idioma español.
Para justificar declaraciones, el interesado debe presentarse en las oficinas de la CILE.


Corporación Interina de la Lengua Española. Delegación México.

sábado, 23 de abril de 2016

Alejandra

En un sueño caminó por bosques de algodón de azúcar. Cuando despertó no pudo contener el llanto. Ni los anémicos se escapan de las trampas oníricas de Murphy y su ley.