Encontré, en uno de los
vagones del metro, el siguiente mensaje. Lo posteo. Toda cosa incoherente tiene un
lugar en Internet:
Prohibición de la CILE
Ayer, buscando la nueva
ubicación de una de las casi extintas bibliotecas móviles de Ciudad de México,
presencié nuestro futuro: un anciano-lector fue capturado por agentes de la
FUR. Lo tenían doblegado sobre una patrulla. De sus ojos corría un hilillo de
sangre y su boca parecía el desbarajuste propio de odontólogos ciegos y sin licencia.
Sentí, lo confieso, miedo. Me
escondí detrás de un auto particular para no ser arrestado. Tantas veces dije que al ver a un lacayo gubernamental
le mostraría cómo la obra completa de Bradbury puede acabar con su cabeza. Era una mentira, no actué; y uno de
los míos desapareció. Siento vergüenza.
Cuando se fueron, me
acerqué al lugar donde libros, papeles y plumas ardieron dentro de un fuego que
rasgó el silencio de la calle. Pegada
en la puerta de entrada de la biblioteca había una alerta de clausura de la
CILE. ¡Está ocurriendo! No es un juego inventado por rebeldes sin ideal. “Cada
generación tiene su lucha”, dijo alguna vez mi padre. Nos han tocado otras
alarmas, otros códigos, otras leyes en piedra. Pero me he quedado con ‘El libro
de los abrazos’ de Galeano, el único a salvo de la ceniza y el escombro. Nadie lo verá. Ya soy,
según los informes televisivos, un “Punitivo”. Esa palabra me cataloga.
Quité la alerta de la
puerta. La adjunto
a este mensaje escrito.
Alguien lo leerá, aunque en el fondo, tal vez, poco
importa.
258: México, Distrito
Federal, colonia Doctores
Esta unidad familiar
será intervenida por la CILE. En su interior se practicó el mal uso de las
letras, incumplimiento de la Norma 35
sobre la propiedad intelectual de los 35 signos del idioma español.
Para justificar
declaraciones, el interesado debe presentarse en las oficinas de la CILE.
Corporación Interina de
la Lengua Española. Delegación México.
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