Para un gato caleño.
Fotografía tomada de: http://www.viajeros.com/fotos/cali-bella-y-exotica/1372331
Vive en la ribera.
Usted lo encuentra por azar. Él
no es un punto fijo en un mapa turístico de Cali. No premedite su hallazgo, no
busque pistas entre felinos agazapados bajo los puentes o en alguna panadería,
lo ignorarán, es seguro. Abandone la esperanza de flechas y nombres dibujados en un
cartel esquinero. Sólo camine sin contar cuadras y suponer rutas de evacuación.
Así lo puede hallar; y aunque usted le hable sobre el clima o los tejados de barro en el
estilo arquitectónico actual (inicio de un saludo), nada de esas palabras le será tan generoso como lamer su pelaje
carmesí y afinar sus bigotes en forma de espiral.
El Gato es un anfitrión
popular entre los pájaros. Ellos descansan en su cola e intentan recordar la
ruta de su vuelo migratorio; una facilidad de hospedaje y búsqueda de ráfagas
de aire procurada sin firmas o monedas al vacío. En las noches visita el Parque del Perro, cuando deja de
ser monumento y adquiere una mirada de ojeras y desengaño que en las mañanas le causa molestias. A él le gusta
la llegada de las tardes, pues unos cuantos caleños tosen y suspiran y bostezan
en las banquitas cercanas, esperan algún maullido personal hecho de palabras
sobre la sucursal de cielo. Debe divertirle no cortar tal misterio y salir en fotografías, aunque evade las especulaciones
ligadas a su soltería y a las gatas de la ciudad.
El Gato no llora. El
río Cali parece no preocuparle. Le da la espalda a la indiferencia de sus
concubinas y le es
indignante la poca consideración: nadie lleva una radio para escuchar Compay gato.