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martes, 6 de diciembre de 2011

Lógica de los lectores

Los lectores recuerdan que “todo lo publicado en un periódico es verdad”. Ninguno desmiente la frase; ninguno, siquiera, dice “embuste”. Y en realidad, quién haría oposición si hasta ahora tal combinación de ocho palabras es lo único no registrado por la prensa en sus ediciones.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Entrada y salida

El edificio tiene cinco niveles. Su apartamento está en el último. Para llegar abra la puerta de entrada al primer nivel, camine el corredor y suba los quince escalones, doble hacia la derecha, camine el corredor, doble hacia la derecha y suba los quince escalones, doble hacia la derecha, camine el corredor, doble hacia la derecha y suba los quince escalones, doble hacia la derecha y camine el corredor y doble hacia la derecha y quince escalones y derecha y corredor y final del recorrido: la puerta del apartamento. Abra y entre. Pero cuidado, el semáforo de la esquina aún está en rojo. Mejor espere para cruzar la calle y preguntarse, observando el edificio de cinco niveles, si era mejor opción haber tomado el elevador.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Eva


Hubo silencio en El Jardín. La criatura no podía ser rebajada. Ningún ser vivo del mar, la tierra y el aire trató de acercarse sin dudar de sus propios movimientos.
Adán, quien en la cima de una colina intentaba hallar figuras en las nubes, fue distraído por la falta de sonidos. Cuando siguió la pista de esa ausencia observó que los nombrados se reunían en un llano. Así que bajó, se abrió paso entre ellos y encontró a la mujer.
–Puedo vivir con o sin Él –dijo el primer hombre-, pero no podré hacerlo sin ti.

martes, 25 de octubre de 2011

Revelación de las sombrillas

Imagine los avatares recorridos de un paraguas. Imagine su cúpula protectora de un llanto de nubes afligidas, que en el momento de mayor sentimiento promueve una caída súbita de gotas al pensar en su estado gaseoso.
Un paraguas es una evasión elegante, diferente al cartón o la bolsa de plástico en la cabeza de señoras en una sala de estética. También es parasol, y el desempeño, cuando libera sus prendas en forma de globo, sorprende en días de poco trabajo y de caminata en los parques. Se despliega alegre ante un mediodía inquietante de domingo, pero nada memorable en la hora de almuerzo de la jornada laboral.
El paraguas o parasol  puede conocerse como sombrilla, nombre gracioso al estudiarlo sin semántica en rigor. Y la jaqueca no proviene de la lluvia o del sol; sino de la falta de sombra. Entonces su labor es de pino o sauce, levanta las ramas para regalar una oscuridad obsesionada por pegarse al cuerpo del beneficiario.

El mango, caballito de madera. Es divertido ver pasar a un señor con su sombrilla bajo el brazo, o a una señora intentando arreglarla a causa del viento persistente que en vez de cúpula abre un embudo. Cabría pensar en un paraviento. Sólo imagine la función. ¿Por qué no? Podrían existir.

lunes, 3 de octubre de 2011

Nota sobre las puertas

Las puertas proponen un problema filosófico: ellas son el paso de una dimensión a otra. Uno presiente la lejanía del inicio al emprender el cruce de la puerta que, cuando menos se piense, ya está atrás.
Así se reconoce haber pasado satisfactoriamente por un umbral, y dependiendo del interés se dirá “estoy afuera” o “estoy adentro”. Pero ¿cómo saberlo? Si una persona dice estar en una casa al abrir una puerta y pasa por ella ¿no estará fuera de la calle y no dentro de la casa? Y si debe volver a la calle y pasa de nuevo ¿no estará dentro de la calle y no fuera de la casa? Y al estar cerrada, ¿no habrá intenciones de olvidarse de la calle en la casa o de la casa en la calle?
Quien haya hecho la primera puerta, ¿habrá pensado en guardar la intimidad de una casa o de una calle? Lo cierto es que con el objetivo anterior los verbos Salir y Entrar nacieron, cuando el inventor anhelante de esconder quién sabe qué la cruzó y comprobó la carencia de errores en su creación. Aunque uno de esos verbos tiene inicio de terquedad y por ello no se desprende del otro, podría ser, porque o siempre se entra o siempre se sale.
De todos modos la labor del carpintero es justificada. Pero si alguien se detiene en el marco de la puerta supondrá que para eso no fue hecha y la anula de inmediato. Peor aún, si esa persona sigue obstinada en el marco tiene una parte suya (sea la frontal o la trasera) por fuera de la casa y la otra por fuera de la calle, o una adentro de la calle y otra adentro de la casa al mismo tiempo.

¡Caray! Allí hay un monstruo.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Tejada y El Gato

Para un gato caleño.

Vive en la ribera. Usted lo encuentra por azar. Él no es un punto fijo en un mapa turístico de Cali. No premedite su hallazgo, no busque pistas entre felinos agazapados bajo los puentes o en alguna panadería, lo ignorarán, es seguro. Abandone la esperanza de flechas y nombres dibujados en un cartel esquinero. Sólo camine sin contar cuadras y suponer rutas de evacuación. Así lo puede hallar; y aunque usted le hable sobre el clima o los tejados de barro en el estilo arquitectónico actual (inicio de un saludo), nada de esas palabras le será tan generoso como lamer su pelaje carmesí y afinar sus bigotes en forma de espiral.
El Gato es un anfitrión popular entre los pájaros. Ellos descansan en su cola e intentan recordar la ruta de su vuelo migratorio; una facilidad de hospedaje y búsqueda de ráfagas de aire procurada sin firmas o monedas al vacío. En las noches visita el Parque del Perro, cuando deja de ser monumento y adquiere una mirada de ojeras y desengaño que en las mañanas le causa molestias. A él le gusta la llegada de las tardes, pues unos cuantos caleños tosen y suspiran y bostezan en las banquitas cercanas, esperan algún maullido personal hecho de palabras sobre la sucursal de cielo. Debe divertirle no cortar tal misterio y salir en fotografías, aunque evade las especulaciones ligadas a su soltería y a las gatas de la ciudad.

El Gato no llora. El río Cali parece no preocuparle. Le da la espalda a la indiferencia de sus concubinas y le es indignante la poca consideración: nadie lleva una radio para escuchar Compay gato.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Los ciegos

Cuando vio su cuerpo reflejado en un edificio de espejos, revelando sus rasgos y los de la ciudad a su espalda, se sacó los ojos. 

lunes, 5 de septiembre de 2011

El Devora Humanos

Que hay un animal salvaje suelto en la ciudad, no sé si creerlo, pero no sabemos, la gente puede decir la verdad Soy nueva acá, y desde mi llegada El Devora Humanos es el tema ritual. Las historias no son pocas y terminan con sangre y carne y huesos olvidados en la calle. Ayer no más hablaban de un man desmembrado a la salida de una discoteca de La Badea. Yo visitaba esos lares y no vi otro igual, como dicen los periódicos. A mí me pica la curiosidad y le hago muchas preguntas a quien está cerca. Me gusta conocer respuestas.

La otra vez escuché sobre una familia entera que al parecer fue despellejada. Me confundí. Pensé, ¡Coincidencia! Aunque luego de los resultados forenses no había razón para preocuparme. Hasta ahora El Devora Humanos es un felino grande, un puma o un jaguar según las investigaciones, dice la prensa. No lo han visto, y los especialistas reafirman su conclusión cuando responden las preguntas y muestran las huellas encontradas en la “escena del crimen”. Yo estaba nerviosa, en serio, tal vez me culparían al analizar mis patas. Menos mal El Devora Humanos no tiene rostro de mujer. Ya le conté la historia. Viene la adivinanza.

martes, 30 de agosto de 2011

Cuestiones de identidad

De repente, al terminar el curriculum para un casting de un nuevo seriado televisivo, reconoció haber interpretado tantos personajes en su oficio, tantos rostros y voces diferentes entre sí, que entre los papeles de su larga lista actoral confundió su nombre y no supo de quién era la foto frontal de la presentación.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Ciudad fotográfica

En sus últimos años de vida, un fotógrafo reconocido buscó capturar con su cámara cada lugar o rincón de la ciudad a escala natural y sin olvidar el más mínimo de sus ángulos. Manchas en los edificios, ladrillos acanalados, adoquines de los andenes, huellas de personas, relojes en las azoteas, ropa en las ventanas de los apartamentos, condones usados en los puentes, ascensores, almohadas, cámaras réflex, chicles pegados bajo pupitres de colegios, cuartos de moteles, tapas de alcantarillado, rollos revelados y utilizados en empresas absurdas, piedras, hojas, crayolas, moho en las partes húmedas de un museo,  pelotas y cometas perdidas en patios traseros, libros en un agáchese y papeles en cestos metálicos, pasaron por el lente y fueron imágenes para duplicar. Cuando no faltaba espacio por tapizar, el artista urbano elaboró un cartel, también fotografiado y revestido. En él escribió una sinópsis sobre su poética. Algunas personas no han leído la conceptualización de la obra magna, nada han dicho acerca de los cambios en las calles. Pero quienes lo hicieron no ocultaron el asombro por las posibilidades del arte. Con orgullo disfrutaban la nueva ciudad.

viernes, 19 de agosto de 2011

La muerte del General

Yo estaba en la Plaza cuando el General habló. En mi casa lo escucharon por la radio, pero yo estaba cerca de la Plaza y tres soldados me invitaron al evento. Claro, cómo me iba a negar.
La gente no parecía asustada, y sostenía banderas de color… mejor no lo digo, después la agarran contra mi quienes mandan ahora. Si el General hacía pausas en el discurso, las personas ondeaban las banderas y nada decían, sólo se escuchaba un silbido de papelitos en el viento. También unos partidarios me dieron una, y ya ahí, qué más sino colaborar.
“A partir de la fecha la ciudad está bajo el orden de la junta militar. Les recomiendo acatar las directivas dispuestas por la autoridad legitimada. Aconsejamos tener cuidado con las actividades en grupo o individuales opositoras a la Junta, sean comprensibles, no queremos la intervención de alguno de estos gentiles servidores suyos”.

Recuerdo… eran más o menos las líneas del General. Lo dijo en otras presentaciones en la ciudad sin cambiar una sola palabra, parecía querer acabarlo de tanto decirlo. Luego la ciudad fue tomada por Los Otros, el día de la Revolución. También estaba yo cerca de la Plaza Central y unos soldados, digo, camaradas, me invitaron a la arenga; también había gente con banderas ondeantes, aunque el silbido de papelitos en el viento desapareció entre los aplausos y vivas. En la tarima, el Comandante hablaba y no el general, quien frente a un pelotón esperaba la orden para ser acribillarlo. Lo extraño no era eso, lo extraño era el rostro del hombre, como si dejara de esperar; y según me dijo uno de los camaradas, él tomó esa actitud apenas se enteró de su orden de captura y el veredicto en la Plaza Central.

martes, 16 de agosto de 2011

¿Dónde está la canica?

El juego de encontrar la canica en uno de los tres vasos tomó cierta popularidad en la ciudad. Madres y padres cabezas de hogar entraron en crisis económica al apostar; creían que era un golpe de suerte y no les parecía raro la falta de un ganador hasta el momento. Pero en una de tantas mañanas, en la cual pululaban los interesados en el esparcimiento nulo en probabilidades generosas, apareció el primer y último victorioso. Fue, quizá, quien arriesgó la suma de dinero más grande para encontrar la canica tan extraviada a todos. Incluso el propietario del juego exhibió una leve irritación en las mejillas al ver tanto billete de alta denominación sobre la mesa. Tuvo unos minutos de duda antes de emprender los movimientos en zig-zag con los vasos y hablar más rápido y más duro de lo normal. Al parar no alcanzó a preguntar ¿En dónde está la canica?, pues el nuevo apostador señaló sin titubear el vaso contrario al señalado por el resto de personas y, en efecto, ahí estaba.

Hubo un aplauso corto y espaldarazos de felicitación. Aunque el ganador partió refunfuñando y sin recibir el pago. Al día siguiente apareció con una orden de clausura del juego. Sostenía haber sido timado según las normas estipuladas en el régimen jurídico de la suerte y el azar.

viernes, 12 de agosto de 2011

Cuestión de mirar bien

Un anciano ciego, sentado en una banca de la Plaza de Bolívar, le preguntó al hombre que lo acompañaba sobre las palomas y las semillas en su mano.
–No veo ninguna paloma –respondió el hombre.
–Vea, ahí están, son dos y comen de su mano –reiteró el anciano.
–Está equivocado, no hay nada.
–Sí hay.
–Pero si no…
–Vea bien.
Después de observar su mano, las semillas y las palomas, el hombre dijo:
–¡Oiga!, tiene razón.

martes, 9 de agosto de 2011

Editores de video

Preocupada por la poca garantía de privacidad en las personas, la Policía Municipal, con apoyo del departamento de medios de La Corporación, instaló un número desconocido de cámaras en diversos puntos de la ciudad para afianzar la libertad de locomoción por los espacios públicos. Un servicio a favor del transeúnte olvidadizo las 24 horas del día.
Muchos de los ciudadanos monitoreados, cuando cometían acciones en contra de su bienestar, o el de otros, han sido acusados en el Tribunal Superior, el cual impuso sanciones graves sin dar derecho a réplica a los acusados. No había manera de hacerlo. Las pruebas registradas eran tan contundentes, y en High Definition, que al ser culpado después de ver el video, el infortunado aceptaba los cargos sin ninguna objeción a pesar de tener una familia entera como testigo de sus noches convalecientes en casa por una fiebre amazónica.
Gracias a las cámaras varios cartógrafos e historiadores de la ciudad descubrieron lugares desconocidos hasta ahora. Además, arquitectos, diseñadores e ingenieros civiles corrigieron errores no visibles en las calles antes de ser expuestas públicamente las grabaciones.

El proyecto funciona en rigor, como se ha podido verificar. La mayor parte de este logro se debe al trabajo íntegro de uno de sus principales equipos, el de Edición de Video.

jueves, 4 de agosto de 2011

Aquí trabaja Tijeras

Hubo una campaña que advertía sobre los peligros citadinos. En una serie de carteles cualquier persona leía mensajes de precaución por calles sin alumbrado, taxímetros alterados, vendedores de San Andresito, soborno a policías, atracos en buses, mimos insistentes y sindicatos religiosos. El objetivo era describir los incidentes, verificados con la metodología observación participante, característicos de algún espacio. Donde había un cartel, algo pasaba. Traemos un ejemplo:
Aquí trabaja Tijeras
Si usted recorre esta cuadra sin cruzar la calle, conocerá al llamado Tijeras, hombre de generosas palabras y diestro en el manejo de armas punzocortantes. Es posible verlo sonreír al acercarse y saludarlo, después tendrá su beneplácito para hurgarle los bolsillos. Crea, así será. El Tijeras sabe correr, pero no se marcha sin despedirse y garantizar un buen día.
Aunque la inseguridad aumentó, las personas avalaron la campaña y enviaron cartas al Gobierno Municipal, anhelando mejorar el contenido de los avisos. En algunas misivas se hacía hincapié en la falta de información sobre Tijeras, quien, según la opinión ciudadana, era un joven de hablar lento, engalanado con una gorra de los Chicago Bulls ocho rayas original y tenis Nike cámara de aire, e innovador en la  fabricación de cuchillos caseros, hechos con bisturí y cinta aislante.
Pero gracias a las políticas de transparencia, los publicistas encargados de la campaña reestructuraron cuanto pudieron. Semanas después, la misma pieza comunicativa, en el mismo lugar, decía:
¡Cuidado!, posible maleante
¡No recorra esta calle! Puede ser víctima de ladrones inescrupulosos que podrán amenazarlo con el objetivo de usurparle sus bienes personales, e intentarán lesionarlo de gravedad. ¡Deténgase! El bienestar de los votantes nos importa. Tenga usted un buen día.
Nadie bajó. Las personas que entablaron cierta relación con Tijeras descartaron volverlo a ver. El objetivo se cumplió, y la ciudadanía pidió explicaciones al Gobierno Municipal por no solucionar los problemas detallados en los carteles. Tras arduas reuniones de trabajo del Concejo local en una sesión cerca de un balneario, se decidió cancelar el financiamiento de la campaña y reducir la nómina de publicistas, claro, impulsando la experiencia “rebuscadora” de los profesionales veteranos en la competencia laboral. ¿Y Tijeras? No tuvo de otra: interpuso una tutela por falta de apoyo del Estado para desarrollar su oficio con las mejores garantías.

lunes, 1 de agosto de 2011

Caudillo

Al escucharlo sabíamos la verdad. Venía de sofisticar su discurso por los pueblos cercanos. Traía un séquito agitador de pancartas con su nombre y promulgador de vivas. Así entró en la ciudad, y de inmediato fue hacia la Plaza Central, donde sus seguidores buscaron sitio para el ensamblaje de la tarima de cara a la campaña.
De tanta algarabía y ondeada de banderas, varias personas que pasaban cerca de la Plaza se acercaron. Entonces el hombre, cuando veía un buen número de oyentes, subía triunfante a la tarima y saludaba a la gente mientras acomodaba su traje. Luego pedía silencio a sus seguidores y con la mano izquierda alzada iniciaba la arenga.
Cómo y por qué la gente le creía, nadie lo sabe. Apenas salían las primeras palabras de su boca, el público quedaba seducido y cada intervención era finalizada con un estruendo de vivas y aplausos. Muchos lloraron de la emoción. Hubo quienes lo veían igual a un santo: arrodillados le rogaban no callar su voz, como si fuera el mismísimo Juan Bautista.
Enérgico, figura de criollo, cabello engominado, sonrisa continua. Ningún intelectual conocía un tema desconocido por él. Hablaba de todo y discutía sin temor sobre asuntos enredados. La gente soñaba con sus sueños cuando discutía en los barrios, en las casas, desde el palco del Gobierno Municipal, hasta el punto de convertir sus ideas en obras físicas y morales de la ciudad.
Se ganó nuestro clamor. Sus enemigos políticos desecharon cualquier ideal propio y coincidieron con su causa. La Iglesia lo respaldó, incluso propuso beatificarlo.
No tenía enemigos; y fui yo, el fanático más reconocido en cada una de sus manifestaciones públicas, el ejecutor. Así lo decidimos. En nuestro día patrio esperé sus palabras para sentir la felicidad, alcanzarlo entre la multitud con la necesidad de tocar a un ídolo, ver su rostro cerca al mío y dispararle entre los ojos mientras le agradecía vivir y conmemorar su nombre.

Nadie me recuerda, pero sé que a él lo honrarán con una escultura de bronce en la Plaza Principal, donde las futuras generaciones escucharán su historia.

jueves, 28 de julio de 2011

Estetas y decadentes

No encontraron un motivo justo para juzgarlo, pero los hechos eran tan precisos y la Ley tan correcta que la Corte Penal de la ciudad debió sentenciarlo a varios años de cárcel, aunque al hacer su única pregunta nadie se atrevió a mirarlo y los presentes en la sala agacharon la cabeza. Transcribimos acá su narración de los hechos sobre el asesinato de su esposa.
 “…A mí me preocupaba una cosa. Yo la amo mucho, y en ese momento no sé qué pasó. Tenemos un matrimonio sólido, tenemos una casa en el barrio industrial de la ciudad. Tenemos dos hijos… hoy no vinieron. Tenemos nuestros empleos. Estamos bien, lo agradecemos, y no sé qué pasó. Fue sin pensarlo. Dejé de sentir amor y eso me preocupó. No era otra mujer, ni deudas con los bancos, ni consejos de amigos o porque estuviera fea; simplemente llegué una noche a la casa y la vi en el comedor, sentada, leyendo. La vi y nada sentí.
Cómo iba a sentir nada si la he amado. Claro, ella ya andaba intranquila pues yo no era el de antes. Me encerraba en el baño para no verla o buscaba dormirme rápido. Ya ni soñaba con ella. Una vez preguntó sobre mi actitud. “No pasa nada, simples problemas de trabajo”, le dije; y no aceptó mí respuesta, ni yo me hubiera tranquilizado con esa cara de evasión mía. Entonces al mirarla comprendí. No podía quedarme sin amar. Volvería a ser mía; y esa noche, cuando me preguntó sobre mi falta de atención y yo le salí con el cuento del trabajo, la agarré del cuello y la llevé hasta la cocina donde busqué un cuchillo. Se lo clavé cinco veces en el pecho. La amé de nuevo. Agonizó entre mis brazos y me observó sin comprender… La amé de nuevo. Pero díganme, ¿quién no quiere recuperar lo más preciado?”.

lunes, 25 de julio de 2011

Juana

Entre sus amistades había un astrólogo. Cierto día lo topó en un café. Preocupada, y en busca de una opinión confiable, le empezó a comentar sobre la posible quiebra de su negocio. El atrólogo la interrumpió con un carraspeo, levantó una mano y dijo "Hoy no trabajo"

martes, 19 de julio de 2011

martes, 28 de junio de 2011

Fifo

Mientras caminaba hacia el periódico, se vio a sí mismo en un paradero de bus, en la otra acera de la calle. No se saludó. Recordó que se debía 20 mil pesos.

miércoles, 22 de junio de 2011

Cindy

Cada domingo, en temporada de lluvia, caminaba por las calles de Cali aguardando sentir su cuerpo mojado. Entre semana no olvidaba la sombrilla.

miércoles, 8 de junio de 2011

Talita

Descubrió un granito de arena de playa en el centro de Bogotá.

–¡Bien! –dijo–. El mar está cerca.

miércoles, 1 de junio de 2011

Gloria

Quería establecer una prueba al amor. Si el hombre anheloso de un desayuno en la cafetería de la esquina la haría feliz, pensó, esperaría allí, sentado frente a sus huevos rancheros y café, mientras ella terminaba su turno laboral. Ese día fue invitada a una fiesta y olvidó al hombre anheloso de un desayuno. Días después pasó por la cafetería y lo vio sentado en el mismo lugar, frente a un plato de huevos rancheros y una taza de café sin probar aún.  

viernes, 20 de mayo de 2011

Luis Vidales

Descubrió otra calle cuando llegó la noche. Al amanecer se perdió y esperó la oscuridad para encontrar el camino a casa.

martes, 3 de mayo de 2011

Postal del abuelo


Mi abuelo no dejó su pueblo. Aún vive en aquella casa de habitaciones amplias y luz generosa. Por las tardes sale con el único interés de saludar a los vecinos, encontrar un lugar en la cafetería del parque principal y pasar las horas y el calor. De noche juega parqués con los amigos, recorre las calles de sus recuerdos y sigue con voz ronca no sé qué melodías de guitarra y aguardiente.
Cuando llega a casa, piensa en la abuela. A veces lo siento triste. La contempla, le canta y la busca al dormir. Yo lo he escuchado dedicarse a ella en sus palabras.
Mi abuelo sigue en ese otro pueblo, no reconoce las fotografías y los relatos de la historia. Es costumbre cerrar la ventana de su habitación cuando duerme. Con el frío de esta ciudad puede enfermarse y no quiero que deje de soñar con la abuela y olvide su tiempo de caminatas y parqués.

martes, 19 de abril de 2011

Finales en Kumbala

Conozco a un barman que escribe historias cortas en una libreta sobre las posibles muertes de los posibles clientes de Kumbala. Son pasajes anecdóticos, contados en primera persona, donde la descripción de una mancha de sangre cubriendo el anillo de matrimonio del asesino, es un reclamo milimétrico a las plantillas genéricas en la literatura amarillista.  
En la libreta, sin mentir, hay tantos finados como días tiene el año. El barman observa a las personas cuando entran al bar, prefiere a las solitarias nocturnas, y si encuentra algún movimiento torpe en cualquiera (No puedo descifrar su método de selección entre quienes van por un trago), él mismo la atiende; espera con paciencia dónde se ubica, su orden y luego pregunta el nombre. Entonces anota los datos en una hoja limpia y propone la historia. Al terminarla le invita un trago a la agradecida y ficcionada víctima. El barman responde toda amabilidad, y dice: “No agradezca, algún día usted se muere y es bueno llevarse un buen recuerdo de este rincón de la ciudad”.
Fue una mujer quien tomó la libreta olvidada sobre la barra. Hojeó un poco, sin interés, pero al leer una de las narraciones dejó unos billetes bajo la botella de cerveza y salió del bar. Paró un taxi al otro lado de la calle, lo recuerdo. Antes de subir al auto miró hacia el interior de Kumbala, hacia el lugar donde estuvo sentada. La bebida, su dinero y la libreta seguían en el mismo punto. Trató de buscarme con sus ojos. Evadí aquella mirada. Lo duro de la situación me permitía ese desplante.

En la tarde del día siguiente las noticias radiales anunciaron otro suicidio: una joven de 30 años se lanzó desde el octavo piso del edificio de la lotería local. Ya iban 7 en lo corrido de la semana. Yo escuché el informe mientras planchaba mi traje de gala, pues en la noche se festejaría en Kumbala el surgimiento de otro narrador pereirano.