En sus últimos años de vida, un fotógrafo reconocido buscó
capturar con su cámara cada lugar o rincón de la ciudad a escala natural y sin olvidar
el más mínimo de sus ángulos. Manchas en los edificios, ladrillos acanalados,
adoquines de los andenes, huellas de personas, relojes en las azoteas, ropa en
las ventanas de los apartamentos, condones usados en los puentes, ascensores,
almohadas, cámaras réflex, chicles pegados bajo pupitres de colegios, cuartos
de moteles, tapas de alcantarillado, rollos revelados y utilizados en empresas
absurdas, piedras, hojas, crayolas, moho en las partes húmedas de un
museo, pelotas y cometas perdidas en
patios traseros, libros en un agáchese y papeles en cestos metálicos, pasaron
por el lente y fueron imágenes para duplicar. Cuando no faltaba espacio por
tapizar, el artista urbano elaboró un cartel, también fotografiado y revestido.
En él escribió una sinópsis sobre su poética. Algunas personas no han leído la
conceptualización de la obra magna, nada han dicho acerca de los cambios en las
calles. Pero quienes lo hicieron no ocultaron el asombro por las posibilidades
del arte. Con orgullo disfrutaban la nueva ciudad.
Una ciudad que nos cautiva con los micro-objetos latentes en ella, para la cámara será macro-objetos... No importa, es simplemente una muy buena manera de contar historias...
ResponderEliminarGracias Tavo por llevarnos a estas imágenes mentales.
Andrés Acevedo
Qué titánica tarea, y qué triste que, efectivamente, para muchas personas lo más grandioso y obvio pase desapercibido. Un interesante juego de lentes y obesrvación.
ResponderEliminarAbrazos.
Andrés, parce, muchas gracias por pasar por acá. Claro, detrás de la cámara los objetos toman otra realidad, fantástica. Saludos.
ResponderEliminarSi es titánica la tarea Susana, creo que por esa razón, por abarcarlo todo, pasa desapercibida. Me estaré lanzando a tu blog.