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martes, 17 de abril de 2018

¿Por qué canta Raúl?


Raúl Candelario sube a la tarima y el grupo Radio Guacamaya hace sonar las jaranas.
Frente a él está el público, son unos cuantos necesitados de son jarocho reunidos esa noche de marzo en el bar tijuanense La Antigua Bodega de Papel,
“Venga, venga”, le grita una mujer desde una de las mesas del bar al verlo acercarse al micrófono.
“El viaje de la vida me trajo a la frontera, a California. Vengo de versadores, de bailadores, y a través de la música reviví a mis muertos”.
Su voz es la del mexicano que ha buscado un lugar en el otro lado, también llamado Estados Unidos: cuando pronuncia la “jota”, parece arrastrarla hasta el punto de convertirla en una “ge”.
"Siempre traigo mi jarana, en mis versos soy sincero, en el norte o en el sur siempre canto lo que quiero".
Raúl luce un sombrero de cuatro pedradas de palma de jipi, un símbolo del campesino veracruzano. Él es uno de esos hombres y mujeres cercanos al río Papaloapan hechos “de noche, de cocuyos, de mañanas en torcazas”.
Él es, también, “un cenzontle de sabana”, “un vaquero”, “un pescador en tiempo de agua”. Es quien nació “entre el llano y la sabana, entre ríos y lagunas, loros y caña”.
Así canta su vida Raúl mientras las jaranas de Radio Guacamaya suenan. Cuando baje de la tarima, beberá una cerveza Tecate y le pedirá a los músicos el son El Cascabel.


sábado, 7 de abril de 2018

Historia de un librero en Pereira

Un hombre le vendió a Duván su bliblioteca personal porque los “ángeles” se lo ordenaron en un sueño. Esa colección terminó distribuida en los anaqueles de la Librería Mito.
En casas del centro de Pereira iniciaba la búsqueda de libros. Eran ejemplares exhibidos en una ventana, apilados en un rincón o amontonados sobre una mesa donde parecían montañas de una maqueta cuyo tema pudo ser un paisaje rocoso. A las librerías llegaron novelas con dedicatorias escritas en las portadas o anotaciones hechas en los márgenes de sus páginas. La Mito fue parte de esa ruta lectora de universitarios y románticos del papel amarillo, y Duván, un joven sacado de algún concierto de Sui Generis, se convirtió en su librero.
La Mito inició en 2006, en la casa esquinera de la carrera 5 con calle 26. Duván ofrecía obras literarias de Oveja Negra y Seix Barral, enciclopedias incompletas, ediciones viejas de Selecciones y El Malpensante y folletos para aprender a tejer. Su oficio radicaba en el copyleft, decía, en la distribución libre del conocimiento. Por ello sugería acercarse a autores como Raúl Gómez Jattin, Pablo Neruda o Julio Cortázar a través de audiolibros descargados de internet. También promocionaba el cine documental e “independiente”, y tenía activa una fotocopiadora sobre la cual su gata, Dotora, dormitaba.

Pero en 2009 llegó La Librería Nacional a la ciudad, luego abrió la Panamericana. Apareció un catálogo de novedades editoriales que ilusionó a los lectores pereiranos. Entonces algunas librerías del centro, como La Mito, cerraron, y sus libreros, esos estudiantes de literatura o bibliófilos veteranos, dejaron de comprar bibliotecas personales.