Etiquetas

martes, 27 de marzo de 2018

Sones de la guacamaya y del cenzontle

Sobre la tarima del bar La antigua bodega de papel, el grupo Radio Guacamaya afina las jaranas y realiza las pruebas de voz. Los asistentes al concierto son amigos de los músicos y tienen una historia andariega en algún pueblo veracruzano.
Jorge, el guacamayo chihuahense, agradece la compañía del público a pesar de la llovizna que cae sobre Tijuana en esa noche de marzo. En la ciudad fronteriza los verbos llover y escampar resultan inusuales en las conversaciones. y la llegada de una brisa puede significar la cancelación de un partido de fútbol a punto de celebrarse en la colonia.
Pero el rasgueo de las jaranas y el punteo del requinto y la leona no esperan el vaticinio del meteorólogo. Tampoco el zapateo de la bailadora, el cascabeleo de la quijada de burro y el “ponch” del marimbol. Las tonadas de El bajalú, El cascabel y Los chiles verdes aparecen. Las voces de Ricardo, Marco, Jorge, Adriana, Nessbi y Edna se celebran con los gritos de guerra jarochos. En el bar se escuchan los “eso”, los “venga, venga”. los “juy”.
Marco, el guacamayo de Guerrero, habla de la poesía del son, la “gente sonera” narrando historias del campo sureño. También menciona el Fandango Fronterizo, la fiesta anual de los jaraneros de San Diego y Tijuana que reunidos en el muro cruzan cantos entre Estados Unidos y México.
Un versador sube a la tarima al ser llamado por Jorge. Raúl Candelario dice ser el vuelo del cenzontle que llegó a la frontera acompañado por su jarana, y para volver a sus tierras del sur sube el tono de su voz y declama: “Nací a la espalda de Los Tuxtlas, entre el llano y la sabana, entre ríos y lagunas, loros y cañas, y tal vez fue la cuna con bejuco amarrada, donde mi madre jarocha versos me cantaba.”

La bamba es el cierre. Radio Guacamaya entona el son del hasta luego en un fandango, es el final necesario del rito musical, y en el bar todos corean la misma promesa de naufragio nacida en algún lugar de Veracruz: “yo no soy marinero, por ti seré, por ti seré, por ti seré.”

jueves, 22 de marzo de 2018

Esperando las quecas


“A quince las quesadillas, joven”.
Decía la señora cuando un comensal en potencia se acercaba al comal de su puesto de garnachas, allá en la Colonia Tránsito, allá en Ciudad de México.
Con dos monedas, con casi un dólar, la señora fritaba un corte de bistec generoso y dejaba caer una tira de queso oaxaca sobre la tortilla de maíz a punto de dorarse.
”Ya se la preparo, joven”, alertaba al impaciente con su voz de pajarito mientras encendía el televisor esquinero y le pedía a su hija acomodar la antena. Por la mañana veía telenovelas, por la tarde sintonizaba los noticiarios. Nunca se quitó el mandil y exponía en un recipiente las gorditas preparadas como si fueran el orgullo de la casa.
“El jugo de naranja también a “quince, joven”.
Para la señora cualquier persona era joven. Sus clientes habituales: el grupo de mecánicos que tenía un taller al lado de su puesto de garnachas, los conductores de camiones de fletes estacionados en la calle, los habitantes de una vecindad cercana.