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domingo, 16 de septiembre de 2012

Nacionalismo

Mi Sargento se lo tomó a mal. Cuando hicimos honores a los símbolos patrios olvidé el himno y no limpié la bandera. Se dejó venir una vaciada y me envió solo a conseguir reservas para el grupo en las fincas como castigo. Él no duda si se trata de su tierrita colombiana; por eso me encargó la zona donde nos enfrentamos la última vez. Fue difícil, y claro, lo merecía, “apátrida de mierda”, sentenció Mi Sargento. No dormí en la noche: recogí evidencias, le cociné a los lanzas, lustré botas, levanté campamentos. Aunque eso no era lo jodido, hasta fácil la veía. Lo jarto fue cavar los putos hoyos donde enterraremos a los campesinos que topamos en la emboscada.