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viernes, 13 de diciembre de 2013

Bienvenidos

Los niños iniciaron con el techo. Siguieron con las ventanas, la puerta, el jardín. Cuando la anciana llegó y vio los añicos de galleta y chocolate que fueron su casa, lloró hasta desmayarse sobre el tapete chantillí en la entrada, donde encontró sin cabeza al hombrecito de jengibre.

La agonía de la anciana se propagó en el bosque como un murmullo. Los padres, arrepentidos por el abandono, siguieron su rastro y hallaron a sus hijos. Estaban dormidos sobre un tapete. La palabra Bienvenidos allí escrita ya era un revoltijo de caramelo y crema pastelera.