No encontraron un
motivo justo para juzgarlo, pero los hechos eran tan precisos y la Ley tan
correcta que la Corte Penal de la ciudad debió sentenciarlo a varios años de
cárcel, aunque al hacer su única pregunta nadie se atrevió a mirarlo y los presentes en la sala agacharon
la cabeza. Transcribimos acá su narración de los hechos sobre el asesinato de
su esposa.
“…A mí me preocupaba una cosa. Yo la amo
mucho, y en ese momento no sé qué pasó. Tenemos un matrimonio sólido, tenemos una casa en el barrio industrial de la ciudad. Tenemos dos
hijos… hoy no vinieron. Tenemos nuestros empleos. Estamos bien, lo agradecemos, y no sé qué pasó. Fue sin pensarlo. Dejé de sentir amor y eso me
preocupó. No era otra mujer, ni deudas con los bancos, ni consejos de amigos o
porque estuviera fea; simplemente llegué una noche a la casa y la vi en el comedor, sentada, leyendo.
La vi y nada sentí.
Cómo iba a sentir nada
si la he amado. Claro, ella
ya
andaba intranquila pues yo no era el de antes. Me encerraba en el baño para no
verla o buscaba dormirme rápido. Ya ni soñaba con ella. Una vez preguntó sobre
mi actitud. “No pasa nada, simples problemas de trabajo”, le dije; y no aceptó mí
respuesta, ni yo me hubiera tranquilizado con esa cara de evasión mía. Entonces
al mirarla comprendí. No podía quedarme sin amar. Volvería a ser mía; y esa noche,
cuando me preguntó sobre mi falta de atención y yo le salí con el cuento del
trabajo, la agarré del cuello y la llevé hasta la cocina donde busqué un
cuchillo. Se lo clavé cinco veces en el pecho. La amé de nuevo.
Agonizó
entre mis brazos y me observó
sin comprender… La amé de
nuevo.
Pero díganme, ¿quién no quiere recuperar lo más preciado?”.
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