Pamen dibuja árboles. Aquellos que pierden hojas en las batallas contra el viento llenan su cuadernillo. Ella observa
caer esas barquitas verdes como si se hundieran
en el mar, y no vaticina
un final de
pisotones y sonidos crujientes cuando amantes o asesinos deambulan en los
parques.
Son los troncos altos, de ramificaciones enredadas e
incipientes varitas en despunte
las apariencias
preferidas.
Ents desnudos en sus
trazos de carboncillo. Los pinta en la tarde, pues parecen encorvarse y recoger las hojas postradas
alrededor, amontonadas día tras día. Pamen admira esos intentos por tomar
algunas y
pegarlas a las
ramas, aunque le
entristece saberlos lastimados al agacharse. Es una aflicción solitaria, una abertura en la madera, la lejanía de cigarras
amantes de
pinos
robustos, la ausencia de nidos en las
copas.
Es la razón para no abandonarlos. Con los retratos intenta hallarles un espacio
digno en los paisajes y la filmografía mexicana. Quiere aplaudir sus cuerpos esbeltos,
resueltos a dejar de lado la opulencia floral y soleada. Adempas, cabe la posibilidad de que algún
renombrado cineasta de terror descubra,
a través del
azar, no hay otra manera, el
cuadernillo de árboles dibujados por Pamen, y decida, mientras lo hojea y asiente,
honrarlos con varias tomas
de
su reciente proyecto,
hechas
en el parque donde habitan. Lo
invadirá
de zombies o mutantes consolados
al encontrar un lugar donde dormir.
Siempre es un placer para mi leerte y releerte
ResponderEliminarAgradezco tus visitas, Mucha.
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