Un historiador interesado en el origen de las primeras familias que
probaron medicamentos químicos sin prescripción, encontró en los papeles de
algún personaje ilustre de la ciudad un folio extenso, anónimo
y descuidado del siglo XVIII.
El escrito, legible a pesar de dos siglos en el olvido, fue examinado
con los mayores avances tecnológicos. Era necesario asegurar su validez y evitar el riesgo de catalogar la
investigación como “un simple ejercicio periodístico” dentro de la comunidad científica. Se reconoció,
en efecto, la concordancia entre la fecha y la calidad del papel, y que en
estos tiempos nadie escribe a mano y con tan minuciosa caligrafía.
El académico, según las versiones de sus familiares y
amigos publicadas en la prensa local luego de su desaparición, quizá descubrió
una arista oscura en la historiografía regional. Había dejado el trabajo basado en los
medicamentos sin prescripción del Centro Pereirano de Historia y dedicó su
rigor a descifrar la fuente encontrada.
Citamos a uno de los columnistas del diario de mayor tiraje:
"Realizó comparaciones, buscó etimologías, visitó lugares de la
ciudad poco probables, habitó lecturas de folletines, transcribió el documento, hizo cuadros explicativos con esa letra de
historiador económico o intelectual, hasta notas a pie de página le metió, consultó en sus
sueños, retranscribió el documento, retranscribió las notas, recibió
amonestaciones, olvidó sus responsabilidades
en el hogar y halló la respuesta a una pregunta vital en la ciudad."
La publicación de los resultados, se sostiene en una tesis
rechazada de la carrera en bibliotecología de la UTP, sería la causa
de un cambio en "las instituciones", en las filosofías, en las
religiones, en la arquitectura, en la historia: “Acaso nos había descifrado, y debió escribir un estudio con el fin de sacarlo de sí antes
de quemarlo. Pero cuando lo iba a dejar arder, cierta
sensación llamada ética
profesional lo frenó. Resolvió una salida franca con este mundo. Fue a una
litografía sin mucha clientela y pagó por empastar su investigación. Indicó que
sobre el lomo y la carátula, en letras doradas muy legibles, escribieran un
título, no sabemos cuál, y buscó, para el ahora libro, un lugar donde nunca estaría una persona. Lo
llevó a la Biblioteca Municipal."