Existen los fantasmas por la quema de registradurías.
El cuento del espíritu que no razona su estado incorpóreo es una molestia para
tener más licencia en este mundo, para recordar un nudo en la garganta o un
ardor en el pecho mientras se yerra igual a una bolsa de plástico a merced del
viento.
Imagine al país con un porcentaje considerable de
entes en activa levitación después de abandonar sus cuerpos. Podría encontrar
uno que otro frente al ventanal o sentado en el inodoro de su casa. Ellos
continuarían sus labores diarias, y recorrerían iglesias de barrio o centros de
billar pensando en sus hogares. Tanta pena inconclusa plantea el desborde
poblacional de muchos individuos traslúcidos, y tanto deambular sería un rasgo
compartido. No hay otra patraña semejante. La cualidad fantasmal es pragmática.
Mi hipótesis, que negarán sacerdotes y clarividentes,
son las registradurías quemadas. Yo sí soy un fantasma. Tengo una ciudadanía,
tengo una fecha y un lugar de origen, tengo un crédito financiero y participo
en las elecciones presidenciales. Lo sé. Alguien con un perfil de papeleo no
debería acreditarse ser un fantasma, pero nací un 31 de diciembre y en las fotos
grupales de la familia me ubico en los costados, detrás del primo más alto y
con el mismo corte de cabello desde la pubertad. Eso propone algunas dudas.
La firma y el Permiso de identidad validan la
suposición. Firmo como escribo mis nombres y apellidos. Lo admito, fallé en el
trazo de garabatos elegantes, tomé el camino corto de la caligrafía y las
personas miran mis letras como si se fueran a caer. Entre mis conocidos, los
del último día del año ostentan una referencia de tinta acorde a esa estética
espectral. Luego está el Permiso. Somos minoría quienes lo poseemos. El
documento autoriza la existencia en un territorio aunque no haya actas de
nacimiento, las cuales aún se redactan. Hemos remitido cartas de inconformidad
por la demora en la materialización de los trámites, pero las dependencias
gubernamentales las anulan cuando advierten errores en las rúbricas de sus
respaldantes.
¿Cómo hallé a los verdaderos fantasmas?, bueno, en
redes sociales es fácil saber cronologías y certidumbres. En los retratos, por
ejemplo, parecemos convocar una nube gris sobre la cabeza. En reuniones o
fiestas nos dicen “Usted es igualito a un amigo”. Hemos inaugurado un concurso
donde decidimos quién tiene el aspecto de un fabricante de cajas, y para
celebrar un gol de la Selección Colombia recurrimos a un estrechón de manos
mientras murmuramos, solo murmuramos, “gol”.
Alguien, en un foro virtual de bienvenida a la
comunidad, dijo que al visitar su ciudad le revelaron la noticia del incendio
en el depósito de la registraduría civil. Ya recibió el Permiso, y gracias a
sus vales hipotecarios recuerda el diseño de su firma. Ningún miembro tomó en
serio el comentario. Ninguno, a pesar de las coincidencias, hizo eco de las
inquietudes. Los cursos de grafología y la vindicación de cumpleaños
decembrinos sostienen nuestro activismo social.
Decidí entonces viajar al pueblo donde pasé la
infancia. En la hemeroteca municipal corroboré la sospecha: la registraduría se
había incendiado poco después de mi certificación notarial, y aquellos habitantes
del 31 de diciembre fundaron un club de deportes de mesa y “errantería barrial” llamado ‘La bolsa de
plástico’. Los visité, nos impusimos fotografiar el encuentro. Mi gente es
monosílaba, ejercita una dicción con nulo interés en las vocales y ha obtenido
un espacio en la radio local. Su extensa programación musical de Kenny G podría
entrar en el libro Guinness, se dice en el pueblo.
Aquí esperaré el acta de nacimiento. Es un hogar y
nadie olvida mi pastel y sus velitas. Además, ya soy miembro del club. Pero
ahora la situación ha adquirido un matiz de leyenda urbana: algunos de los míos
dicen que desaparecemos por desconocer el arte de imprimir la huella dactilar
en documentos burocráticos. Sin embargo, aún elegimos alcaldes y presidentes, a
pesar de no ir a las temporadas de votación. Es fácil nuestro garabato.
gracias por la magia de tus palabras cuando creáa
ResponderEliminarGracias por leerme.
EliminarAsombroso leer como politizaste el relato con el final.
ResponderEliminarDe enorme creatividad éste relato cargado de teorías conspiratorias acerca de éstos seres del ectoplasma.
Dicen que hay seres que se aferran al mundo cuando su existencia física ha finalizado.
La gran pregunta es si pemanecen como espectadores meramente, o pueden de alguna forma participar en los hechos que se desnvuelven al paso de la historia.
Aunque sea como pensamientos, como captación de palabras, en formas sutiles que no podemos negar ni afirmar.
Pues si no participan en los hechos, Carlos. Los hacen participar a la fuerza. A eso iba más o menos con el relato.
EliminarSaludos.
Tienes una imaginación muy fértil, y la usas muy bien... Este texto sugerente nos va llevando hacia nuestras propias elucubraciones.
ResponderEliminarAbrazos
Gracias Susana, ojalá no se me vaya a atrofiar la imaginación. Tengo una entrevista pendiente sobre los relatos tuyos.
EliminarSaludos.
Sabes??????????
ResponderEliminarescribis
genial