Despierto en un sillón,
en la casa de mis abuelos. Recuerdo
sus nombres al escucharlos darme la suerte. Me despiden con una mano al aire, me desean buen viaje en un día
de Armero; calor y polvo y dominó cerca de la plaza bajo la sombra. Allí, donde
quise crecer, donde mi familia bromea o sale en la noche en busca de un bailable. Es mi último
día con ellos. Son mis 27 años, los 27
de mi Armero que imagino en esta nota. Cada palabra es un intento de invocación
sin tantas cruces y soledad.
Tan humanamente único es tu texto
ResponderEliminarTe salió dl alma poeta
mil besos
El alma de poeta, vaya, creo que cada uno de nosotros la tiene, y ha de ser involuntaria. Abrazos
EliminarCuando se vuelve la vista atrás se corre el peligro de quedar atrapados en la nostalgia.
ResponderEliminarUn abrazo
Alguien dijo que la nostalgia es el recuerdo de algo que nunca tuvimos. Asi me defino con mi pueblo Pilar: aunque nací en él, nunca pude verlo.
EliminarAbrazos.
Hola, que tengas un lindo fin de semana, un gusto pasar por tu magnifico blog, felicitaciones por tu buen trabajo, de manera cordial te invito a que visites El Blog de Boris Estebitan y leas un poema mio titulado “El corazón extraviado"
ResponderEliminarGracias Boris, por tu blog me estaré pasando.
ResponderEliminarA veces esos pasos que damos hacia adelante nos obliga a descuidar lo que queda atrás y cuando nos damos cuenta ya es demasiado tarde.
ResponderEliminarBesos de gofio.
Toda la razón Gloria, mucha, por estar pensando en el presente y el futuro, el pasado resulta casi, a veces, un error. Aunque el caso mío es que yo no pude vivir ese pasado que aún anhelo: el pueblo de Armero.
EliminarAbrazos