Hay un oficio olvidado
por los protocolos académicos y los cursos empresariales. No tiene un título
válido en papel de buen gramaje y con sello de alguna secretaria de educación.
Los centros de investigación proponen su aparición como
una casualidad en las metodologías etnográficas. No hay universidad que lo
valide, no hay facultad en contra de las rectorías. Es, según eruditos
acartonados y negociantes plastificados, un vínculo con la deshora y los
atracos nocturnos.
Sin una finalidad
para aplausos y celebraciones en restaurantes, el errar es un anonimato de
quien desprende sus pasos en la ciudad y
no deja un hilo detrás suyo.
Camino a diario mis pensamientos Abrazos
ResponderEliminarEs una buena forma de caminar sin algún final certero. Abrazos.
Eliminar"El solitario es un caminador", apuntó nuestro escritor Rigoberto Gil Montoya, apreciado Eskimal. Y a fe que las suelas de nuestros zapatos confirman esa intuición.
ResponderEliminarGustavo, además el solitario al caminar es aventurero. Entra en las sombras de las esquinas mal iluminadas, y le gusta saber qué encontrará. Va en contra de los mapas y los caminos fijos. Yo tengo la costumbre de tomarle una foto al par de zapatos que ya no da para más.
EliminarSaludos.