No llegar a tiempo al
banco es una obsesión. Debía pagar la deuda hipotecaria y faltaba poco para el fin de la jornada. Por las
calles, corriendo como si escapara de una maldición, ya imaginaba al pelotero
de gente en la
fila. "Tanta güevonada " pensó, y previó sus alegatos con el cajero, la casi modelo de
atención a clientes,
la gerente bancaria con su café en mano y la ancianita que pagaba una deuda de
las prestaciones de salud con monedas de baja denominación (EPS y ancianita en
un banco: clásicas del tedio en Colombia). Cuando llegó la puerta estaba
cerrada. Lo recibió la cara de mala leche del portero. "No pasa joven, ya
son la cuatro de la tarde ¡madrugue!".
Quiso resignarse. Salió entre empujones de la muchedumbre que formada
frente al portón pedía, imprecaba y suplicaba al guardián una ayuda. Y aunque no
había duda en la resistencia sólida, la presión no tuvo escrúpulos y en una desbandada,
concierto gratis de emisora popular, los morosos se abrieron paso y eliminaron la autoridad. "Ya pase" le dijo el portero
sin importarle nada.
No lo dudó, y corrió hacia las cajas mientras
el desazón empezaba a llegar,
junto al calor de la tarde, la gastritis frenética y la fiesta de insultos en
una fila que no dejaba de crecer en tamaño como en aquellos paseos familiares de la empresa donde trabajaba su padre. No podía
hacer el trámite otro día. Tomó su lugar, el último, e imaginó una recompensa
ante la espera, algún descuento sorpresa o
la suspensión de los intereses. Si no era así, el ser atendido por la
linda cajera de
la semana anterior, el
recuerdo de su guiño de ojo y el tuteo, era ganancia.
“¿Me cuida el lugar? No se cole,
respete Me
faltaron unos papeles y me va tocar mamarme de nuevo esta cola”. Palabras comunes en un lugar
común. Ni siquiera el mural de Lucy Tejada, pintado en una de las paredes del banco,
podía salvar la alegría de
un ahogo de papeles y héroes de la patria quizá falsificados.
"Señor Vargas
¿trae el dinero de la hipoteca?" Le dijo alguien de corbata y zapatos
lustrísimos. "Bueno. Le tenemos un lugar especial". Brisa refrescante,
pintadito con pandebono esquinero, tarde sin preocupaciones para ver el
cotejito futbolero de taxistas rodillones en el parque Gaitán. Dejó el fracaso, el sudor, el asma de
la burocracia y caminaba
detrás del hombre del llamado a los más nobles, hacia su reconocimiento y
victoria.
Por primera vez agradeció su suerte. Sintió alivio al contar diez personas en espera
antes que él. Los
de la serpiente de deudas lo miraban con una mezcla de odio y admiración.
Suspiró, detalló a sus compañeros de fila, alegres y exitosos. Sostuvo con
ellos comentarios sobre el buen clima del día, aconsejó playas vírgenes para
celebraciones de bodas de plata, memorizó alguna serie recomendada y alojada en Internet, rio con cierto cretino y su canita al
aire. Vio al cajero de buen semblante, de camisa blanca, cabello engominado,
certero, con una sonrisa de dientes perfectos. Vio a la señora de los tintos
ofrecerle un vaso con agua o un café cargado. Faltaban pocos, tres a lo mucho.
Vio billetes nuevos y seguros de un capital, vio ojos, conteos, dedos índices
mojados con saliva para hojear papeles... Pero algo penetró en él y olvidó
contestarle al compañero de fila,
quien le preguntaba si Colombia pasaría a cuartos de final. No supo organizar el
dinero, ni tener listos los recibos mientras se anunciaba su turno. Su cuerpo
no respondió, parecía
cargar un error del día,
una prisión del destino. Sólo suspiró y lo supo: la gastritis y los malos
pensamientos volverían cuando dejara al hombre del 5 - 0 a favor de Colombia
con la palabra extendida y tomara el último lugar en la antigua fila, en su ecosistema real, en las crecientes
mentadas de madre aseguradas por casi dos horas hasta ser atendido.
El influjo del mundial es ineludible. Nuestros ánimos se apachurraron con la derrota de México y la Victoria de Costa Rica nos mitiga un poco el dolor.
ResponderEliminarSe suspende la existencia propia y nuestra realidad se torna secundaria.
Al futurismo se le acorta el tiempo y las voces especulan necias.
Mundial de lo inesperado y las quinielas rotas. ¿Será presagio del regreso a la vida normal después de la Copa?
Claro Carlos. Ya volvemos a la vida donde dios deja de ser redondo.
EliminarAbrazos.
Qué bien escribe usted, oiga, me he divertido leyéndole, maneja bien el lenguaje, y ese estilo de por allá. Le felicito. Ah, eso del "odio sincero" me ha parecido todo un hallazgo.
ResponderEliminarSoy nueva aquí. Saludos.
Gracias Diana. Espero sigas visitando este rincón.Por mi parte seré uno de tus seguidores.
EliminarLo del "odio sincero" creo que sonará mejor en una canción.
Saludos.
Me haces sonreir con tus buenos escritos y tus comentarios diferentes.
ResponderEliminarESKIMAL:
Muy interesante to comentario
Nunca habia percibido eso..
Yo debo de estar muy bien ya que no me he cortado el pelo.
Pero si me lo han dejado largo y en capas....
¿Que significa eso???
Un abrazo escritor desde el otro lado de la luna
Es bueno generar una sonrisa; ya se justifica todo.
EliminarSaludos.
Tus historias siempre son muy entretenidas y creíbles, por eso te elijo entre los pocos blogs que estoy visitando, porque la paso bien.
ResponderEliminarPor cierto, por fin se termino la tortura del mundial, yo lo sufrí por partida doble.
Un fuerte abrazo.
HD
Honor que me haces con tu visita Humberto. Gracias.. Espero encuentres otras buenas historias acá y mi ritmo no decaiga.
EliminarEl mundial quedó ya atrás Humberto, y así otra esperanza efímera de sentirnos los mejores del mundo, en todo.
Abrazos.