Nacianceno Vargas vio la primera página
del periódico. Buscó la sección de política y judicial e hizo un movimiento
afirmativo con la cabeza. Solo una letra de imprenta se asomaba en aquel papel
limpio, una isla inmersa en el océano. Imaginó la sala de redacción vacía, desprendida
de su lógica diaria, como si llegara una huelga o las vacaciones anuales.
Sucedió así, suponía, y poco le importó,
aún siendo un fiel lector noticioso antes de salir al trabajo. No había otra
consideración que bañarse, vestirse, tomar el café, doblar el diario bajo el
brazo y caminar con ningún gasto de letras completas sobre la calle del sol
ritual, donde no le pareció extraño ignorar el precio del dólar, la temperatura
de la ciudad, los balances de las empresas. Al doblar en la esquina no era
relevante la ausencia del vendedor de diarios, que debió dejarle el suyo en la
puerta de su casa. Tampoco el olvido de saludo del vecino y la falta de los
autos aparcados en lugares prohibidos.
Si bien pudo llegar a la estación del
metro, encontrarla cerrada no lo irritó. Menos el no cruzar palabra alguna con
sus compañero de trabajo, quienes siempre llegaban por la cuadra cercana a la
venta de tamalitos y atole. Las hojas noticiosas sin noticias seguían bajo el
brazo, y cuando supuso que en ese día no habría jornada laboral, decidió
escapar hacia un espacio abierto. Hojeó el periódico, reiteró, y cruzó la calle
sin fijarse en los cuatro carriles y las señales de doble vía. En la entrada a
la Alameda del Centro Histórico veía sillas despejadas a cada lado, buscó la
más cercana a la Avenida Juárez. Médula del parque o periferia eran lo mismo.
Y de nuevo leer la letra N, admitiendo
un gusto particular por el descenso de palomas para comer maíz, aunque ni
anciano con bolsa de semillas, ni mujeres llevando a sus hijos al colegio, ni
hombres de corbata asustados, ni claxon de taxi o bus repleto de jóvenes
colegiales, aparecían. Era la N impresa, y él tan cerca, leyendo de cualquier
forma la única lucidez despierta en una historia donde podría aburrirse en la
nada, igual a la letra, tatuado en medio de una ciudad flotante y vacía.
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